Utopías modernas. Un recorrido por las colecciones del Centre Pompidou de Málaga

  • Utopías Modernas es el nuevo recorrido semipermanente, presentado hasta 2020, que relata la historia de las grandes utopías de los siglos XX y XXI a través de grandes obras provenientes del Centre Pompidou

    Utopías Modernas es el nuevo recorrido semipermanente, presentado hasta 2020, que relata la historia de las grandes utopías de los siglos XX y XXI a través de grandes obras provenientes del Centre Pompidou

  • A Maiakovski, 1976. Equipo crónica

    A Maiakovski, 1976. Equipo crónica

  • «Marcel le da los buenos días» (2002) de Jean-Michel Alberola

    «Marcel le da los buenos días» (2002) de Jean-Michel Alberola

  • ¿Para qué sirve la cultura?

    ¿Para qué sirve la cultura?

  • Ritmo, alegría de vivir, 1930. Robert Delaunay

    Ritmo, alegría de vivir, 1930. Robert Delaunay

  • En primer término “El profeta”. Pablo Gargallo

    En primer término “El profeta”. Pablo Gargallo

  • Último verano, 2002. Adam Adach

    Último verano, 2002. Adam Adach

  • Desarrollo en marrón, 1933. Vassily Kandinsky

    Desarrollo en marrón, 1933. Vassily Kandinsky

  • La primavera, 1956. Pablo Picasso

    La primavera, 1956. Pablo Picasso

  • «N.Y. 06:00 A.M.» y «Just Donuts». Franck Scurti

    «N.Y. 06:00 A.M.» y «Just Donuts». Franck Scurti

  • Grupo de 13 (Homenaje a Amnistía Internacional). Eva Aeppli

    Grupo de 13 (Homenaje a Amnistía Internacional). Eva Aeppli

  • No es momento para soñar, 2004. Pierre Huyghe

    No es momento para soñar, 2004. Pierre Huyghe

  • Diada, 1978- 1979. Serie de las Multitudes. Antonio Saura

    Diada, 1978- 1979. Serie de las Multitudes. Antonio Saura

  • Vista de la exposición

    Vista de la exposición

  • El «Rebaño de ovejas». F. Lalanne

    El «Rebaño de ovejas». F. Lalanne

  • «Personajes y pájaros en la noche» (1974). Joan Miró

    «Personajes y pájaros en la noche» (1974). Joan Miró

  • Maqueta del Monumento a la Tercera Internacional (1919/1979) de Vladimir Tatlin

    Maqueta del Monumento a la Tercera Internacional (1919/1979) de Vladimir Tatlin

  • Ayuntamiento y centro cívico, Oostkamp, Bélgica, 2008- 2012. Carlos Arroyo

    Ayuntamiento y centro cívico, Oostkamp, Bélgica, 2008- 2012. Carlos Arroyo

  • Bosquecillo en basso continuo, 1979- 1980. François Rouan

    Bosquecillo en basso continuo, 1979- 1980. François Rouan

  • Hace 100 años, 2001. Peter Doig

    Hace 100 años, 2001. Peter Doig

 El Centre Pompidou Málaga, desde el 28 de marzo de 2015, -primera sede del Centre Pompidou en el extranjero- , instalado en el Cubo de Málaga, ofrece un recorrido por el arte de los siglos XX y XXI con obras selectas de la incomparable colección del Centre Pompidou, una de las dos más importantes del mundo moderno y contemporáneo.

La experiencia en el Centre Pompidou Málaga se vive a través de programas pluridisciplinares dedicados a la danza, la representación, la palabra y el cine, con la ayuda de dispositivos de mediación destinados sobre todo a un público joven.

El Cubo

Así, el Cubo que acoge el Centre Pompidou Málaga se convierte en una instalación viva, participativa, en la que los talleres, actividades formativas y de difusión generan un fuerte sentido de comunidad creativa. Este equipamiento reafirma, entre sus misiones y prioridades, constituir una plataforma de intercambios entre la sociedad y la creación contemporánea.

Utopías Modernas

Utopías Modernas es el nuevo recorrido semipermanente, presentado hasta 2020, que relata la historia de las grandes utopías de los siglos XX y XXI a través de grandes obras provenientes del Centre Pompidou. Temática, multimedia y cronología, este recorrido está marcado por seis grandes capítulos: “La gran utopía”, “El fin de las ilusiones”, “Juntos”, “La ciudad radiante”, “Imaginar el futuro” y “La edad de oro”. Las obras seleccionadas reflejan los acontecimientos históricos que han marcado nuestro tiempo y que han alimentado la imaginación y los ideales de los artistas modernos y contemporáneos.

Utopías modernas. Un recorrido por las colecciones del Centre Pompidou de Málaga

La gran utopía

Con la llegada del siglo XX se abría un nuevo capítulo en la historia de la Humanidad, que dejaba atrás las sombras del pasado y miraba con optimismo y esperanza al futuro. Las antiguas desigualdades sociales y la decadencia que había desgastado al siglo anterior motivaron una acogida entusiasta de los ideales revolucionarios, que fueron entendidos como una promesa de perfección social en un mundo nuevo y mejor.

La Revolución Rusa de 1917, la Primera Guerra Mundial, el auge de los nacionalismos y de los totalitarismos europeos o la Guerra Civil española marcaron aquellos tiempos de renovación, de los que los artistas de vanguardia se convirtieron en profetas.

La romántica reivindicación de autonomía del artista moderno, al margen de la sociedad, dio paso a un compromiso civil y político, especialmente fuerte en una época en que la relación tan directa entre arte y poder impuso la creación artística como instrumento de propaganda.

En el seno de los debates entre realismo, surrealismo y abstracción, ante el dilema entre expresión individual y contribución a la causa, los artistas acabaron proclamando una síntesis de arte y vida: fuerzas opuestas pero en total equilibrio, y al servicio, ante todo, de la revolución del espíritu.

El final de las ilusiones

Tras la catástrofe de las dos guerras mundiales, la instauración de los regímenes totalitarios que recorrieron todo el siglo XX y la aberración en que se transformó el ideal comunista, las promesas de libertad, igualdad y fraternidad que habían impulsado las vanguardias de preguerra se desvanecieron.

Los artistas no se presentaban ya como héroes, sino como víctimas de la historia. Con la desaparición de las aspiraciones revolucionarias surgieron el desencanto y una desconfianza hacia la esperanza utópica de transformación social.

Como consecuencia, la sumisión del arte al discurso oficial de los Estados- cada vez más centralizados- y la persecución de los artistas que actuaban al margen de la orientación cultural del poder acabaron con toda experimentación formal, en eta época marcada por el fin de la modernidad artística.

Juntos

Conscientes de que, en la adversidad, la cooperación y la alianza de voluntades siempre fortalece, los artistas han reflexionado sobre el poder que la colectividad ejerce sobre el sistema.

Tras el periodo en que los individuos, despojados de su singularidad, desaparecían aplastados por la masa en favor de un ente superior, en las décadas de 1960 y 1970 surgió́ un sentimiento corporativo, confiado en su poder de emancipación individual y social, que reivindicó los derechos y libertades del sujeto frente a un Estado absoluto y todopoderoso.

Este espíritu de comunidad, junto con la convicción de que los lazos de afecto, solidaridad y fraternidad podían crear un espacio común y hacer sostenible la sociedad, inspiró tanto a corrientes de la contracultura -como el Mayo del 68- como a movimientos de unificación nacionalista o al nacimiento de grandes ONG y otras organizaciones capaces de llevar a cabo una resistencia unificada, revelando que otras formas de hacer política eran posibles, y que todo gesto de la vida privada era susceptible de incidir directamente en la vida pública.

La ciudad radiante

La utopía, “no-lugar” en su significado etimológico, encuentra en la ciudad el espacio por antonomasia donde llevar a cabo la construcción de ese Estado ideal al que aspira, haciendo de la arquitectura y el urbanismo sus campos de actuación predilectos.

Conscientes del poder que tiene sobre la sociedad la estructura material que la cobija, la búsqueda de la ciudad ideal ha ocupado a artistas e intelectuales, desde la República platónica y la isla de Utopía de Tomás Moro (1516) hasta los proyectos comunitarios de los socialistas utópicos.

Con la celebración de los avances de la tecnología, los constructores de la nueva era que se abría tras la posguerra apostaron por una producción mecanizada, funcional y en serie, sueño modernista de felicidad universal que encarnó como nadie Le Corbusier, profeta de ese “espíritu nuevo”.

Su ciudad radiante, que acogería una comunidad purificada, estandarizada y racional, alojada en una “máquina para habitar” organizada según reglas de armonía universal, omitió el caos y la pluralidad inherentes a la ciudad.

Dejando una impresión más bien distópica y totalitaria, su modelo ha sido ampliamente contestado por artistas y arquitectos que han privilegiado la diversidad y la libertad individual.

Imaginar el futuro

En lugar de lanzarse a una producción desenfrenada y consumista, tal como hace la especulación inmobiliaria, el acento se pone en la producción de un pensamiento crítico y de una interacción con la naturaleza, que vuelve a ser parte de la vida cotidiana del hombre.

Las intervenciones sobre el espacio de vida se convierten en acciones colaborativas, donde el ciudadano toma un papel activo junto con el arquitecto, aportando su experiencia como usuario, implicándose en su desarrollo y tejiendo una red de relaciones sociales con los miembros de la comunidad. Construir un espacio donde las personas puedan pensar juntas, esa es la nueva utopía de la arquitectura.

La Edad de Oro

Antes que al futuro, hay quienes piensan que para encontrar la utopía hay que mirar más bien al pasado. A esos orígenes gloriosos se refieren muchos artistas que, sonadores y nostálgicos de tiempos mejores, parten en busca del paraíso perdido, de la Edad de Oro: según el mito de la Antigüedad, seria aquella primera fase de la Historia de la humanidad en que el hombre vivía en un estado de gracia original, ajeno a todo problema, en una existencia libre y feliz.

Convertida después en metáfora de la virtud humana y de la sociedad ideal, ilustra el potencial de aquellos artistas que han demostrado ser más fuertes que las restricciones políticas, capaces de una obra atemporal, trascendente, símbolo de pureza y de ideales universales, creada en contacto directo con la naturaleza o en la intimidad del taller: se trata de obras que reflejan la vitalidad del gesto y del color y que subliman estados de meditación, de añoranza de épocas pasadas.

Sin embargo, dado el carácter cíclico del tiempo, que vuelve periódicamente sobre sí mismo, esta nostalgia de la edad de oro se desvela, en realidad, como un anuncio de su retorno: una etapa que está aún por llegar, donde, como en una Torre de Babel, todos los pueblos vivirán en paz y armonía.

José Belló Aliaga

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