Un mundo nuevo en nuestros libros

A veces, no está de más replantearnos qué somos y qué hemos sido. Son preguntas que os podrán parecer simples o intrascendentales, para las que buscan simplemente el rizo en la palabra y no simplemente detenerse un momento a pensar. En esa pausa, si nos preguntaran ¿Qué es la anarquía? ¿Qué es el anarquismo? Pues posiblemente el imaginario colectivo lo asociaría a la violencia, los bandoleros o, como mucho, al punk, pero lo cierto es que, como dijo Federica Montseny en el programa de La 2 La clave, que podemos ver y escuchar en youtube, “todo se lo debemos al anarquismo” o “el anarquismo es lo más bello”. Lo cierto es que las palabras entusiastas de Montseny tenían una gran parte de verdad.

Posiblemente en el relato de la España que vivimos en la actualidad y, sobre todo, el peso que nos queda del discurso, no solo del 78 sino también de la larga sombra del franquismo, es interesante volver la vista atrás para poder conocer con mirada limpia un movimiento social, político y cultural que fue mayoritario en España hasta el fin de la Guerra Civil española y que constituye una de las miradas con las que enfrentarnos a una realidad que se mueve entre el horizonte de posibilidad de avanzar, pero que realmente nos habla de un cambio conservador, no por reaccionario sino porque el cambio y el progreso se circunscribe a las migajas de conservar los derechos acumulados por el envite de un capitalismo en estado salvaje y el auge de discursos excluyentes.

El año 1919 se convirtió en hito en España y en la Historia europea debido a la Huelga de la Canadiense promovida por el movimiento anarquista. La misma posibilitó legislar las 8 horas de jornada laboral, pero además, esto nos permite reflexionar sobre los mecanismos de organización y socialización que, desprovistos de medios tecnológicos con los que no sabríamos vivir en la actualidad, consiguieron movilizar, unir y crear redes de acción y solidaridad. Tendríamos que preguntarnos ¿por qué? Tal vez, porque el movimiento iba más allá de una estructura, era mucho más. Eran lazos de solidaridad, red social y cultural. Las propias formas de sociabilidad que emanan del movimiento, desde elementos que nos pueden parecer curiosos, como fue el uso de la estructura de oraciones religiosas para difundir las ideas básicas del anarquismo, que recoge por ejemplo la obra clásica de Álvarez Junco (‘La ideología política del anarquismo español’, 1976);  a simplemente ser red de apoyo en lo fundamental: comida, ropa, etc.

La Historia de España si fuéramos exageradas se podría caminar de manos de este movimiento. Una forma sencilla es a través de la obra de Julián Vadillo, Una breve ‘Historia de la CNT’, que recorre la organización desde el último tercio del siglo XIX hasta el fin de la Guerra civil, si bien traza un epílogo que lo lleva a reflexionar sobre la losa que fue para la organización la represión franquista y los difíciles caminos de la clandestinidad y resistencia, más sólida en Toulouse, que se convirtió en el núcleo fuerte de la CNT en el exilio y cuyos integrantes fueron muy activos en la resistencia francesa.

El “momento dulce” del anarquismo, no desprovisto de sus luchas internas, se vive en la Segunda República, los aires de cambio que anunciaban el fin de la dictadura de Primo de Rivera se materializaron en la eclosión de una cultura revolucionaria potente, tanto en su labor cultural por medio de los Ateneos libertarios, como a través de la dinámica de acción al calor de la Reforma agraria. Este universo de la CNT durante la II República lo analiza muy bien la obra de Ángel Herrerín, ‘Camino a la anarquía. La CNT en tiempos de la Segunda República’ (2019).

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Portada de ‘Camino a la anarquía’

En los pliegues menos conocidos de la organización se sitúa toda su labor sociocultural, la verdadera semilla de un feminismo combativo, que trajo de manos de la primera ministra de Europa, Federica Montseny, una legislación vanguardista, que no se retomó en España hasta los años 80 y que, aún hoy, es una piedra de batalla.

Si hay un elemento bello dentro de este movimiento, que ha quedado ensombrecido por la lectura violenta del mismo, ha sido su proyecto educativo, de enorme fuerza en las escuelas racionalistas, asoladas durante el franquismo, pero que supieron convertirse en una célula de resistencia, un ejemplo cercano es Antonia Maymón, quien siguió dando clases en su casa de Beniaján después de salir de la cárcel en 1944. Una mujer que trazó líneas claves sobre su concepto de feminismo, la educación libertaria y naturalista.

En las lecturas generales o clásicas de la Transición se subraya como actores principales CCOO o el PCE si bien es interesante sondear y ver como el movimiento libertario en este periodo lejos de desaparecer tuvo una presencia manifiesta, es un hito la primavera y el verano del 77 en Barcelona, pero la construcción de la democracia actual se sentó en unas bases y estaba marcada por unos tiempos, donde los apoyos a este movimiento quedaron más en el ámbito de lo subterráneo o underground, vinculado más a movimientos culturales alternativos. Es simbólico que prácticamente la única organización política del periodo republicano que no vio restituido su patrimonio y archivo fuera la CNT, manteniendo su fondo documental aún en el exilio de Ámsterdam. Es por ello necesario no sólo su rescate material, sino iluminar las sombras y deconstruir discursos que actúan más como el ángel castigador de la Historia que como elemento de conocimiento del pasado político del país.

FUENTE: https://www.eldiario.es/murcia/leer_el_presente/mundo-nuevo-libros_6_989761021.html

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