El sábado 10 de junio la ciudad de Cuenca vivió una jornada histórica. Después de años, de esperas y mucho trabajo por fin se inauguró el memorial en honor de los Conquenses Deportados a Campos de Concentración Nazis, nuestros deportados, de los que nuestra asociación ya os ha hablado en estas mismas páginas en otras ocasiones[1] La importancia de este acto, de este Memorial, es mayúscula y para poder entenderlo tendremos que analizar varios aspectos.
Desde la perspectiva memorialista fue todo un logro de dimensiones extraordinarias, todos los que nos dedicamos al activismo sabemos cuánto supone sacar adelante una propuesta que lleva aparejada toda la dificultad de su magnitud. La coordinación y unidad de las tres asociaciones que operamos a nivel provincial ha sido imprescindible, así como el papel de Podemos-IU quien llevó al Pleno Municipal esta cuestión allá por 2019 y que ha sido nuestra voz en el Ayuntamiento de Cuenca durante estos años. La aprobación de la moción no supuso la ejecución inmediata, han transcurrido años para que finalmente se llevara a cabo. El mismo alcalde Darío Dolz, en su intervención en el acto así lo reconoció, asumiendo también que queda pendiente ejecutar la segunda parte, la tramitación del reconocimiento de Hijos Predilectos de la Ciudad de Cuenca a los deportados conquenses. Miguel Ángel Valero ha sido el responsable de toda la tramitación de proyecto e interlocutor con las asociaciones durante estos años, en el que era su último acto como concejal del Ayto se le vio visiblemente emocionado. Ojalá llevar a buen puerto este tipo de propuestas no fuera tan arduo, y se hubiera podido contar con la unanimidad política que se presupone en una sociedad plenamente democrática. No imaginamos a ninguna ciudad alemana donde se cuestione la adhesión absoluta de todas las fuerzas políticas a un proyecto que pretenda reconocer a las víctimas de los campos de concentración. Con todo esto decir, que la representación institucional en actos como éste es fundamental pues vehicula una parte sustancial de la normalización democrática, que aún no hemos finalizado después de más de 40 años de democracia.
El trabajo memorialista se compone de varios fundamentos y trabaja en varios ámbitos, actos y reconocimientos como el producido este 10 de junio en Cuenca aúna buena parte de ellos. El proceso documental es imprescindible, sin él, el listado de deportados sería incompleto, estaría plagado de errores en nombres, apellidos y lugares de origen, necesitamos así mismo dar contexto a lo sucedido en el plano histórico y social. Trabajar con datos lo más pulidos posible es fundamental para poder tratarlos con la dignidad y el respeto que se merecen; no son una masa en la que es indiferente la individualidad, son un grupo de víctimas a las que entre muchas otras cosas les fue arrebatada la identidad individual en los campos de concentración, por tanto “devolverles” el nombre es mucho más importante de lo que pueda parecer, y si apelamos a la Historia como ciencia las víctimas son los protagonistas. Reniego de esa Historia que rechaza la incursión de las víctimas dentro de la ciencia apelando a su propia epistemología, sino que abrazo a esa Historia que los acoge; si alguien se molesta apelo a la consideración de que todos somos sujetos históricos y a mí condición de no historiadora pero que, como ciudadana, construyo narrativa histórica. Por ellos consideramos a los deportados como grandes actores de la Historia de Europa del S.XX, víctimas de la Guerra Civil, víctimas del exilio, de la Segunda Guerra Mundial y de los campos de concentración nazis, y porque no decirlo, también de la Guerra Fría y la pervivencia del Franquismo gracias a ella, y víctimas del “Pacto del Olvido” de nuestra Transición. En resumen, víctimas del nazifascismo desde el día que salieron de sus casas. Por todo ello, trabajar en la individualidad de cada historia, es dar luz a esa microhistoria que lleva nuestros apellidos, esa microhistoria andante que habitó nuestros pueblos, esa microhistoria que a golpe de silencio, olvido y dolor casi se pierde entre los relatos de los vencedores. Porque en esta historia, lectores, es fundamental entender que los perdedores en Europa son los vencedores en España y que como maravillosamente ha trabajado Trouillot desde una perspectiva histórica y antropológica, el poder no ha dejado de intervenir en la narración de la historia que ha llegado a nosotros, y que también formamos parte de ella. Entender los procesos históricos, y como el poder influye sobre las narrativas que de ellos derivan, debe ser una obligación para una sociedad que quiere ser independiente ideológicamente y desea conocer su pasado para poder entender su presente y gestionar su futuro.
A estas alturas de lectura ya hemos narrado como llegamos al día 10 de junio y de la importancia de que se erigiera este Memorial que reflejara todos los nombres víctimas de la barbarie. Cuando nos fue comunicada la fecha entendíamos que no podía pasar por una inauguración institucional sin más, las víctimas y sus familias se merecían un digno acto de homenaje a la altura de las circunstancias, un acto de reparación, de justicia histórica, un acto público que rompiera el silencio y el olvido que se ha prolongado durante demasiadas décadas sobre ellos. No podíamos permitir que la inauguración del Memorial fuera como cuando algunos de los supervivientes volvieron en los años 60 a España: permitiéndoles estar, pero en silencio y sin hacerse notar. Había que dar voz, poner focos, permitir que las familias narrasen su dolor en primera persona, conseguir la unidad de todos los actores en este proyecto, que sonara la música y brillaran las flores… Había que clamar a los cuatro vientos que, de alguna forma, habían vuelto a casa nuestros héroes. Allí estuvimos asociaciones, autoridades, familiares, todos reunidos en un hermoso acto.
Darles voz a las familias a través de escuetas intervenciones y la lectura de poemas de su propia voz nos parecía fundamental, reivindicar su papel de víctimas era muy importante. Somos conscientes de que llegamos tarde para los deportados, para que puedan sentir el reconocimiento de la sociedad y el intento de que pudieran ver reconocido su sufrimiento. Pero llegamos tarde para sus madres, padres, abuelos, hermanos, hijos, novias, todos los que quedaron esperando… Victimas también. Llegamos tarde para reparar el daño tan terrible que sufrieron ante la ausencia, la falta de noticias, la distancia, el silencio. Sobre todo, de nuevo el silencio, porque el dolor se vivió en silencio, en la intimidad del hogar; la angustia de la eterna espera se vivió en silencio; cuando llegaron las terribles noticias se lloraron en silencio. El silencio que ha mantenido en la oscuridad este terrible episodio de nuestra historia, que ha pesado sobre ellos durante 80 años por fin se ha roto, y no podemos perder de vista que a pesar de la alegría de poder darles luz y devolverles en la medida de lo posible un pedacito de la dignidad robada, llegamos tarde para deportados y familias, todas víctimas de este capítulo de nuestra historia.
Por todo esto, hay que sentir el acto de inauguración del Memorial como un acto de reivindicación de nuestra propia historia, de nuestra identidad y de nuestras raíces, un acto rupturista que abre las puertas a una nueva etapa en la que la sociedad mira de frente con orgullo y admiración hacía unos hombres que dieron lo mejor de sus vidas, y sus vidas mismas, por unos nobles ideales. El “Pacto del Olvido” es una amputación sangrante de nuestra historia, una traición a las víctimas y una lacra de la que como sociedad debemos deshacernos; el 10 de junio marcará un antes y después, otro día histórico en el que nos rebelamos como sociedad contra ese pacto de la vergüenza.
Ellos, apelaron en su lucha por la libertad, por la unidad contra la bota que ahogaba al oprimido, son muchas lecciones las que nos dejaron, y nosotros ese día, en ese acto, “Levantamos el silencio del pasado para construir un futuro diferente”, palabras que le tomo a M.A. del Arco Blanco.
Por último, recordar que este Memorial, el primero financiado por una institución pública en nuestra provincia, se une a varios que ya existen a víctimas del franquismo. Como son el Memorial a las Víctimas del Franquismo ubicado en el Cementerio Municipal de Cuenca desde 2011 en recuerdo a casi 500 víctimas, el modesto memorial de la localidad de Uclés que recoge a los cuerpos de las víctimas exhumadas de la Prisión y Hospital del Monasterio de la localidad, el ubicado en el Cementerio de Tarancón, en recuerdo a víctimas locales y Brigadistas Internacionales muertos en guerra en el pueblo, erigidos por ARMH Cuenca. En nuestra provincia también se reúnen anualmente ciudadanos de distintos puntos de Europa, que acuden al homenaje en febrero en Tarancón a los Brigadistas Internacionales que pasaron por la localidad, y el primer domingo de cada mes de octubre al Día del Guerrillero que organiza La Gavilla Verde en el Monumento al Guerrillero Español, erigido en 1991 y que es el más veterano de nuestra provincia. Desde ahora, cada 5 mayo, Día de Homenaje a los Españoles Deportados y Fallecidos en Campos de Concentración y a Todas las Victimas Españolas del Nazismo, las familias de nuestros conquenses tendrán un lugar donde rendirles homenaje, no nos cabe duda de que se organizarán para ello tras los emotivos encuentros producidos el pasado 10 de junio.
Se ha roto el silencio.