«Un cazatesoros tiene derecho a ver dónde hay barcos hundidos»
Entrevista con Manuel Ravina. En dos semanas se cumplen dos años desde que es director del Archivo de Indias,
un «objeto de lujo» que siempre va a ser una «caja de sorpresas» con nuevas revelaciones.
Llegó del Archivo Histórico Provincial de Cádiz y le ha tocado lidiar con la parte más dura de una crisis
económica que, insiste, no se ha notado en el día a día del Archivo de Indias. Le gustaría, claro,
adquirir más documentos o mejorar la velocidad a la que se digitaliza, pero insiste: el Archivo goza
de muy buena salud.
—¿Cuál es su balance de estos dos años como director?
—Bueno, aquí el cambio de director no supone una especie de revolución copernicana, esto
es un trasatlántico que tiene una ruta trazada y va siguiendo unos objetivos previamente
marcados. Hemos seguido con este rumbo con la peculiaridad de que la situación económica
también ha repercutido, aunque no en lo esencial. Todos los servicios que prestamos se
están atendiendo como si no hubiese crisis, únicamente el ritmo con el que se están haciendo
algunas cosas es más lento, como la digitalización de documentos.
—El último fichaje ha sido la carta de Elcano al emperador, que es motivo de una
exposición y que ha sido recibida con entusiasmo, pero no deja de ser una gota en
un mar de documentos, ¿no?
—Hombre, por supuesto, si tenemos 80 millones de páginas, pues una o dos más… Pero
muchas veces no se trata del número, porque el Tratado de Tordesillas no es muy amplio
y sin embargo es un documento que está catalogado en el registro de la memoria de
la humanidad, uno de los documentos más trascendentales de la historia del mundo.
El Archivo tiene nueve kilómetros de estanterías, no es demasiado grande, pero todo es valioso.
—¿El Archivo todavía guarda sorpresas?
—Siempre, porque está todo visto pero no todo bien entendido o bien leído. Usted puede leer un documento que no le diga nada pero a otro investigador sí, y hay que tener conocimientos previos. Es decir, se aprende en el Archivo, pero al Archivo también hay que venir aprendido. El Archivo sigue siendo una caja de sorpresas, y se seguirán encontrando documentos que nadie había visto o interpretado.
—Por cierto, ¿alguien se ha leído todos los documentos?
—Pues no, pero es que en una vida es técnicamente imposible, no da tiempo.
—¿Cuántos investigadores pasan al año por el Archivo?
—Ahora mismo es absolutamente imposible saberlo, porque a raíz de la creación del programa informático hay consultas que se hacen presenciales en la sala y otras en internet. El año pasado se consultaron en la sala 17.000 legajos, pero en internet hubo dos millones de consultas que son anónimas.
—¿Cómo va el proceso de digitalización?
—Está digitalizado entre el 13 y el 14%, pero hay un matiz: cuando se hizo el estudio de por dónde empezar a digitalizar se analizó cuál era la documentación más consultada, porque no todo el Archivo tiene el mismo nivel de consulta. Aquí hay una sección que se llama Tribunal de Cuentas que en 25 años no lo ha consultado nadie, mientras que hay otros documentos que en tres años se han visto 200 veces. Así que se empezó la digitalización con los documentos más consultados, de tal manera que con el 13% digitalizado se atiende casi al 50% de los investigadores.
—¿Pasarán décadas hasta completar la digitalización?
—Tampoco crea que es algo en lo que el objetivo sea la prisa, se ha comprobado que hoy día es peligroso invertir mucho teniendo en cuenta los cambios tecnológicos. En los noventa, cuando se inició, se empezó con discos ópticos y hoy eso no sirve absolutamente para nada. La digitalización tiene además dos vías, una es la propia por objetivos nuestros y otra es la que se hace a petición de los investigadores, cuando encargan digitalizar un legajo ya queda también para el Archivo. Hoy día podemos tardar dos o tres meses en servir un pedido.
—¿Se va a digitalizar todo, incluyendo el emplazamiento de barcos hundidos?
—Pues sí, y eso tiene que quedar claro: España es un Estado de derecho y rige la legislación, que dice que toda persona tiene derecho a acceder a los archivos administrativos. Por lo tanto, el acceso es libre a los documentos, el Archivo no tiene ningún tipo de restricción. Otra cosa es el uso que pueda hacer cualquiera…
—La Guardia Civil dijo recientemente que en el Archivo siempre hay cazatesoros.
—Pues sí, y están en su perfecto derecho, el derecho a consultar los documentos de los barcos hundidos. De todos modos, no todo el que lo consulte es que vaya a rescatarlo, porque lo de un barco hundido se vende como una cosa muy sencilla pero es algo costosísimo. Lo que sí hacemos es advertir que hay personas que consultan estos documentos, porque es verdad que hay empresas que se dedican a recuperar los tesoros, así que avisamos de que tal pecio está siendo investigado. Pero el mar es muy grande, la gente cree que se lee aquí un documento y al día siguiente se encuentra el barco y lo único que tiene que hacer es sacarlo. Y tan fácil no es.
—¿De cuántos barcos hundidos tiene datos el Archivo?
—Hay 1.600 expedientes de barcos hundidos, pero información sobre ellos hay en todo el Archivo. Por ejemplo, un virrey le escribe al Gobierno diciéndole que le acaba de llegar la noticia de que se ha hundido en tal sitio el barco tal. Eso no es el expediente sobre el barco, pero sí es una información de que se ha hundido. Por eso, si se quisiera prohibir el acceso a los cazatesoros, cosa que el Gobierno en ningún momento se ha planteado, habría que cerrar el Archivo, porque en cualquier legajo puede haber una información de carácter indirecto.
—¿El Archivo se conoce lo suficiente en Sevilla?
—Es que con eso hay una especie de complejo de inferioridad que es erróneo. Los archivos, por naturaleza, no son una cosa popular, así que siempre intento quitar esa especie de complejo de inferioridad con relación al museo o la biblioteca. Cada cosa tiene su valor, el fallo está en querer compararlos. Una biblioteca tiene 200 puestos de lectura, y aquí hay 40, pero en estos 40 se está escribiendo la historia de América. Y es inútil compararlos, es como si dice que Bisbal es mejor que Beethoven porque Bisbal reúne a 200.000 personas y Beethoven 5.000. Y el que no conoce el Archivo de Indias es porque no quiere, porque desde 2005 se reestructuró, está abierto todos los días a las visitas y es gratis, ahora estamos teniendo una media de 200.000 visitas al año.
—Y aumentar esta cifra no es ninguna obsesión…
—En absoluto, porque además no hacemos ningún tipo de propaganda. Nuestra misión es difundir el contenido de los 43.000 legajos, dando calidad en la descripción, en las imágenes y rapidez en los servicios. Si yo tuviera que elegir entre que vengan 100.000 personas más o tardar cinco días en vez de tres meses en dar la copia digital, yo elegiría esto último.
—¿Cómo se ha portado el presupuesto para 2015?
—Nada que nos haya sorprendido, pero nada que nos haya alegrado. Hay que tener en cuenta que el Archivo es un objeto de lujo, por ejemplo tiene 20 guardias de seguridad, creo que es el edificio más vigilado de Sevilla, con un sistema además sofisticadísimo de cámaras de televisión.
—¿El sevillano es consciente de este objeto de lujo?
—Yo creo que no fíjese, por el carácter minoritario que tiene lo que es la Historia, la investigación… El único archivo del mundo realmente universal es el del Vaticano, pero luego viene el de Indias. El año pasado estuve en Taiwán y allí saben perfectamente lo que es. Así que si tuviera que hacerle una propuesta al Ayuntamiento sería que en los jardines que hay delante del Archivo le pusieran un monumento a Carlos III, que fue el rey que decidió que el Archivo estuviera en Sevilla.