Tanta vida en tan poco espacio

Tanta vida en tan poco espacio

Por Diana Fernández Irusta  | LA NACION

 Foto: Axel Schmidt/Reuters

 

 

BERLÍN, 6 de mayo de 2015. Finalmente, todos venimos a ser eso: una serie de datos -nombre, edad, estado civil, profesión- prolijamente encarpetados y prolijamente vueltos anónimos en un archivo oficial. La matrix burocrática: lo constante de la modernidad nuestra de cada día.

Y aquí están estos archivos, iguales a tantos otros, en tantos despachos de cada rincón del planeta. Fotografiadas con gesto discreto, las carpetitas regulares se suceden en unos estantes de la Oficina Federal para la Migración y los Refugiados de Berlín, Alemania.

Allí yacen. En este rincón de una oficina que no sabemos si es diminuta o enorme, polvorienta o resplandeciente, ubicada sobre una espléndida avenida berlinesa o en un discreto cruce de calles menores. Allí yacen: apenas señalizados por la inscripción vertical que, como al pasar, dice la palabra que lo cambia todo. Afrika.

Enmarcado por el ojo del fotógrafo, el archivo tiene una simetría que vaya a saberse si es así en su versión real: dos bloques estrictamente paralelos y horizontales de nombres, edades, profesiones y estados civiles, atravesados por la vertical del origen.

África. El continente que debería -tiene con qué- suscitar la inmediata imagen de un frenesí de colores, sabores, sofisticadas fusiones musicales, estilizadas esculturas, paisajes de poética remota y secreta. Las telas atiborradas de luz que deben haber vestido las mujeres registradas en estos archivos, el aire que respiraron sus hijos, cada una de las comidas que compartieron en familia, la música que desborda en refinadas discotecas globales, el arte que inspiró a buena parte de las vanguardias que aquí, en Europa -aquí, en Berlín, vaya a saber si a cuadras de la aséptica oficina de Migraciones-, clamarían hasta el cansancio que la vida poco vale si no se une a la gozosa búsqueda del arte.

Pero no. Uno lee Afrika en esas cintas verticales y sólo ve dolor. Vidas expulsadas de sus tierras, mal recibidas en el supuesto paraíso. Condenadas a un desgarro sin nombre

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