PRIMERO VIVIR, LUEGO FILOSOFAR,  o  CULTURA EN TIEMPOS DE CRISIS, Y DESPUÉS. Reflexiones en torno al COVID 19

Esta frase que, como tantas otras forma parte de nuestro acervo cultural, está atribuida por la tradición a varias personas.  Pero como ocurre en todas esas citas, qué más da quién la expresara en primer lugar. Hoy recurriremos a Wikipedia, que es la panacea de la cultura de nuestra época, quien la atribuye, por cierto indebidamente, al diálogo entre Babieca y Rocinante que, en forma de soneto, aparece en el prólogo a la primera parte del Quijote. Si hacemos lo que hay que hacer en estos casos, es decir, recurrir a la fuente, abrir un ejemplar del libro del Quijote e indagar en él la certeza o no de la cita, veremos que entre sus versos no aparece ni por asomo tal  frase. Suele ocurrir frecuentemente. Qué atrevida es esta enciclopedia en la línea.

 

Lo cierto es que pensamiento tan palmario y tan obvio, no necesita ser justificado, ni siquiera por la inteligencia de dos famosos equinos, ni con la cita de autoridad de Miguel de Cervantes.

 

Sí, primero vivir y después filosofar, por supuesto, incluyendo  aquí, en el concepto filosofar todo lo demás, incluso la muerte.

 

Se dice que el señor Ministro de Cultura del Gobierno de España ha tenido una expresión poco afortunada y mal recibida por todo el sector cultural, anteponiendo la vida a todo lo demás. Pues claro, sin vida todo lo demás pierde su sentido y carece de significado. La vida es el sustento de todo lo demás; la vida humada  y la del planeta. PRIMERO VIVIR; todo lo demás vendrá después. DESPUÉS FILOSOFAR. Primero trabajar entre todos,  y cada cual en el papel que le corresponda, para cuanto antes salir de esta situación tan crítica, y “salir con bien”, y salir cuantas más personas mejor, registrando el menor número de bajas, y los menores efectos colaterales posible; aquí entre nosotros y en cualquier otra parte del mundo, especialmente donde están las personas más desfavorecidas. Primero vivir, y que ¡Viva la vida!

 

Resuelto lo de la vida, ya podemos pensar en filosofar, es decir, ya podemos pensar en vivir, ya podemos pensar en todo lo demás. Y en ese todo no podemos ni debemos descartar nada. Y en la nada, no podemos incluir la cultura, pues la cultura no puede ser descartada de la vida; básicamente es lo que distingue la vida humana de otras.

 

Se dice que la política es el arte de hacer lo imposible, afirmación con la que no estoy de acuerdo. Pretender hacer lo imposible es perder el tiempo, es un atrevimiento engreído que no nos llevará más que a la desesperación, pretender que quienes se dedican a la práctica de la política consigan lo imposible es adjudicarles un papel casi de divinidad, tan impropio como innecesario. Para  mí la política es no un arte, sino una disciplina, consistente  priorizar; y para esa tarea se ha de requerir la preparación adecuada, y el ánimo propicio.

 

Resuelta la vida, o mientras esta se resuelve, en esta situación de alarma sanitaria en que nos encontramos, será preciso organizar muchas otras cuestiones; la principal recomponer el maltrecho sistema sanitario público, y con ello todo el sector público esencial: sanidad, educación, pensiones, libertades y derechos; esos cuatro pilares sobre los que se sustenta nuestra sociedad desarrollada. Otro paso imprescindible será la reconstrucción del sistema productivo. No sólo por lo que haya podido destruir esta crisis, que también, sino fundamentalmente por todo lo que se ha destruido en años y décadas anteriores deslocalizando toda la industria y la producción. O volvemos a producir, o continuaremos sometidos al albur de lo que  el mercado quiera depararnos en el futuro. Ya conocemos las consecuencias de ello; el desabastecimiento.

 

Recomponer lo público y reactivar lo privado son tareas intensas que requerirán todo nuestro esfuerzo. Cabe preguntarnos si estaremos dispuestos a ello, si sabremos hacerlo y si tendremos voluntad de conseguirlo. Para esto hay que replantearse muchas otras cuestiones, y habrán de asumirse muchos cambios en nuestro normal desempeño de la vida. Hemos de afrontar muchos cambios en lo personal, en lo familiar, en lo social. Qué duda cabe de ello. Ese será un gran reto para todo el mundo en nuestra generación.

Desde aquí hacemos patente nuestro recuerdo a quienes han desaparecido por esta pandemia, nuestro apoyo a quienes han padecido sus consecuencias de manera más directa, nuestro reconocimiento a quienes han luchado más abiertamente contra la catástrofe. Nuestro objetivo, afrontar el futuro  con muchas incertidumbres pero con deseos de crecer y de mejorar.

 

En ese planteamiento de vida futura la cultura deberá jugar un papel fundamental, y si no fuera así, ¿en qué estamos pensando, qué será de nuestra sociedad? La cultura no es un adorno de la vida humana, no. Es la esencia de la Humanidad, es lo paradigmático de ese ser racional que es la persona humana, y lo que lo diferencia de cualquier otro ser; por lo tanto la cultura no puede quedar relegada a un puesto subsidiario en la próxima etapa de regeneración que nos aguarda.

 

Precisamente en esta situación de crisis sanitaria hemos podido sentir la verdadera importancia del papel de la cultura; todo lo que la cultura ha ofrecido a la sociedad cuando ésta más lo necesitaba. Intelectuales, artistas, profesionales de los más diversos ramos de la creación, la promoción y la gestión cultural  están dando lo mejor de sí para que la sociedad comprenda en su verdadera significación cuanto está ocurriendo, para ayudarnos a sobrellevarlo de la mejor manera posible, para que esta crisis sea ocasión de crecimiento.

 

Cuando llegue el momento de la recomposición social, la cultura no puede estar ajena a ese proceso, al contrario, deberá ocupar el lugar que le corresponda: el justo lugar; ni dos pasos más adelante, ni uno más atrás. Así lo esperamos quienes nos dedicamos a esto profesionalmente, así lo demandan las asociaciones profesionales que nos representan, y entre ellas la Federación ANABAD, y así lo necesita la sociedad a la que servimos  y de la que formamos parte.

La creación necesitará todo el apoyo preciso, la producción cultural requerirá de todos los medios disponibles, las instituciones y los establecimientos culturales precisarán el conveniente respaldo de las Administraciones Públicas.

 

No se trata sólo de recuperar las pérdidas económicas, que en muchos casos habrán sido enormes en términos absolutos o porcentuales. En cultura, cualquier poca cantidad suena a mucho. Los servicios culturales, especialmente los de las Administraciones Públicas han de jugar un gran papel, y se han de ver reforzados, han de verse renovados en su integridad.

 

Desde la presidencia de la Federación ANABAD, que aglutina a asociaciones de profesionales de los Archivos, las Bibliotecas, los Centros de Documentación y de Interpretación, los Museos y los Yacimientos Arqueológicos, nos preocupa cual será la situación de estos centros y de sus profesionales una vez pasada la crisis sanitaria. ¿Serán de nuevo quienes paguen el coste de posibles recortes presupuestarios? Pues quiero recordar aquí que tras la última crisis económica acaecida en la pasada década por la actividad constructora e inmobiliaria y agravada por los rescates bancarios, los centros culturales de muy diversa índole no han recuperado por lo general las que ya eran entonces mermadas plantillas y menguados presupuestos. La mayoría de las administraciones han relegado los programas culturales a un ultimísimo lugar entre sus prioridades. Desde luego no voy a entablar una vana pugna por ver quien ha sufrido más, si la música o los museos, si el teatro o las bibliotecas, si las artes plásticas o los archivos (sólo por poner unos ejemplos). Todos los sectores hemos perdido mucho, y todos estamos en riesgo de volver a perder. Por eso todos hemos de requerir de los responsables políticos la debida atención que el sector cultural merece en su conjunto, y cada cual de sus componentes, en sus debidos términos.

 

Hay algo que por lo general unificará a todo el sector cultural, y es la adecuada y conveniente tecnificación. Nuestra sociedad está comenzando a tomarse en serio la necesidad de la digitalización, de la administración electrónica. Las TIC (Tecnologías de la Administración y la Comunicación), que por cierto ya no podemos llamar más nuevas tecnologías, son ya una realidad con gran implantación en nuestra sociedad; están en la calle, en las casas, en la vida de las personas. Desde luego resulta sintomático que mucha gente no se percató de la importancia de esta crisis hasta que no se suspendió en la ciudad de Barcelona la celebración del World Mobile Congress 2020. Esa fue la llamada de atención.

 

El sector cultual debe obtener de inmediato un adecuado impulso en cuanto a su tecnificación para que ante otras futuras situaciones que se puedan dar e impidan la cultura presencial, la cultura pueda llegar con eficacia y calidad a toda la población. Si esto ocurre será un beneficio en sí mismo para la cultura, pero también lo será fuera del ámbito cultural, llegando a los espacios educativos, al de la comunicación, al del ocio, o, como es claramente en el caso de los archivos, en su directa relación con la gestión de la administración pública.

 

Estamos viendo en estas fechas infinidad de prácticas y experiencias innovadoras, pero las más de les veces son fruto de la improvisación y dejan patente la escasez de medios y recursos. Es hora de que sin excusa ni pretexto nos tomemos en serio los procesos de digitalización en el ámbito cultural.De esta manera encontraremos un nuevo perfil en la gestión de la cultura, nuevo sin renunciar a lo de  siempre, a lo presencial.

En los últimos años se habla y escribe mucho del valor económico de lo cultural. Qué duda  cabe de que ese valor existe, claro la cultura está inmersa en todo el sistema productivo, pero con la digitalización podremos encontrar otro valor añadido, pero siempre, sin olvidar el verdadero valor cultural de la cultura, aunque sea una redundancia expresarlo de este modo, creo necesario hacerlo.

 

Es necesario elaborar entre todos los concernidos un documento, un prontuario para salir de la crisis, que contenga desde prácticas y usos sanitarios y protocolarios, hasta la determinación de medios que se pondrán al alcance para ello. Quizá se tenga que repasar desde las ordenanzas de policía urbana, hasta la legislación de espectáculos, pasando por las leyes de protección de datos y las de transparencia. Será preciso, ahora sí, definir cuáles son los documentos vitales, y cuales los esenciales; algo por cierto en lo que ya estábamos trabajando, aunque algunos lo veían muy lejos y ahora  la realidad nos ha puesto delante de la vista. Habrá de ser revisada la norma que establece el pago de canon por préstamo público en bibliotecas públicas (sí, ya sé que he repetido dos veces el concepto de público en una sola frase).

 

En la salida de la crisis hemos de reivindicar más formación, para todos los agentes culturales, en todos los ámbitos de la cultura. Ese será otro elemento que no podemos dejar a un lado, y ahí las asociaciones hemos de desempeñar nuestro papel. Aprestémonos todos los agentes a colaborar, a participar en el reto enorme que el sector cultural tiene ante sí. Hagámoslo como la única posibilidad de salir airosos de esta.

 

Se han anunciado convocatorias de reunión con los sectores interesados; nosotros lo somos y lo estamos.

 

Ya hemos anunciado nuestra intención de que el próximo número del Boletín ANABAD se dedique a recopilar experiencias de todo tipo habidas durante esta crisis sanitaria. Creemos interesante abrir esa convocatoria no sólo a los archivos, las bibliotecas, los centros de documentación e interpretación, los museos y los yacimientos arqueológicos, y hacerla llegar a todo el mundo académico, de la investigación, así como a la creación, gestión, la producción, la programación cultural, por supuesto, experiencias dadas en nuestro país, y fuera de él, muy especialmente de Latinoamérica.

Salud.

 

 

 

 

José María Nogales Herrera

Presidente

Federación ANABAD

 

 

 

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