La galaxia Gutenberg no se rinde

La galaxia Gutenberg no se rinde

Crece la venta de libros en soporte papel, frente a la presencia amenazante de los e-books. Una polémica no cerrada. Las advertencias de McLuhan. “Internet nos devuelve a la era alfabética”, dice Eco. Testimonio de un novelista platense

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La galaxia Gutenberg no se rinde

Por MARCELO ORTALE

Recientes investigaciones publicadas en la Argentina y en otros países

anuncian un resurgimiento del libro de papel, cuyas ventas vuelven a

crecer en detrimento de los denominados e-books o libros digitales.

Las profecías de hace tres o cuatro décadas aseguraban la

presencia de un tipo distinto de lectores, masivamente volcados a

las pantallas, pero el vaticinio no se cumple sino en forma muy

parcial. O está en suspenso según otras voces, que insisten en la

inevitable y futura desaparición del soporte papel, quitándole

dramatismo a esta alternativa que sólo sería, dicen, instrumental.

La idea de esta evolución –o de esta revolución- había prendido en la

década del 60, cuando el filósofo canadiense Marshall McLuhan advirtió

que se encontraba en peligro la cultura alfabética, avasallada por el auge

de la televisión y los medios electrónicos.

Había entrado en crisis lo que él denominaba la galaxia Gutenberg –es decir

el mundo nacido de la imprenta y anclado a ella- frente a la explosión tecnológica

que desembocaría en la maravilla de Internet. Esos dos mundos enfrentados

planteaban, en su opinión, la principal y más candente crisis de nuestro tiempo.

Un choque entre la generación del hijo digital con la del padre alfabético.

Hace pocos días la periodista free-lance Natalia Gelós publicó en La Nación un

exhaustivo informe sobre el panorama actual que presenta ese enfrentamiento.

Destacó que hace años se había anunciado algo así como el apocalipsis del libro

en papel y que los lectores se comportarían como “manadas desbocadas”,

lanzándose hacia los libros digitales, olvidando para siempre la idea de tener

una biblioteca material, de las flores secas y papelitos que quedan guardados

en los libros.

Y que esa premonición alcanzó a cumplirse cuando el mercado editorial de los

Estados Unidos apostó sus más fuertes fichas a lo electrónico. En esa tendencia

se creía ver, en definitiva, el ocaso de la comunicación escrita.

“Pero algo pasó –dice Gelós-. Como si en el último round, el cuerpo del viejo

boxeador sobre la lona empezara a agitarse y a dar pelea otra vez. Este año,

las ventas de libros digitales disminuyeron en Estados Unidos y empezaron a

inaugurarse más librerías tradicionales”.

Añadió que “este año la Asociación Americana de Editores informó que en los

primeros cinco meses de 2015 la venta de libros digitales disminuyó un 10%.

En la otra vereda, desde la Asociación de Libreros Americanos contaron unas

1712 tiendas activas en 2015, unas trescientas más que hace cinco años. En

especial las librerías independientes fueron las beneficiadas”.

En el mundo hispano –agrega- “el fantasma del libro digital que devora libros

de papel se ve inofensivo”.

EL NUEVO PODER

Conviene recordar que hace décadas McLuhan –que se expresaba básicamente

a través de libros en papel, todos ellos best sellers, aunque sostuvo numerosas

conferencias y entrevistas por televisión- no postulaba la muerte del libro sino

que alzó su voz para señalar el enorme poder del nuevo medio. Se conoció,

incluso, que en su vida privada aconsejaba no entregarse a la TV, hasta tal

punto que le pidió a su hijo que no permitiera que sus nietos la vieran.

McLuhan no postulaba la muerte del libro sino que

alzó su voz para señalar el enorme poder del nuevo

medio.

En una de sus obras, comparó la oferta de la lectura con la de un medio

audiovisual. En la del libro, decía, la cámara productora de imágenes, el

estudio de filmación, se encuentra en el interior del lector.

Todo aquel que había leído a Salgari, debía imaginar –es decir ser él mismo

el productor de las imágenes- para proyectar en la pantalla de su cerebro,

por ejemplo, los paisajes de los Mares del Sur surcados por piratas. En

cambio, al que se manejaba con la TV, le entregaban las imágenes envasadas

de ese lugar, filmadas afuera, anulándole toda operación creativa en ese

sentido. La goleta Tiki de la serie de televisión era consumida como imagen

enlatada, no creada en el interior del lector.

Desde luego que las teorías de McLuhan excedieron estas cuestiones,

aunque una buena síntesis de la obra de quien fue llamado el filósofo de

los medios de comunicación, es la de que acuñó el término “aldea global”,

para describir así la instantánea interconexión humana a escala mundial

que generan los medios electrónicos de comunicación. Los nuevos

“brujos de la aldea” –de la aldea humana que viajaba hacia una

suerte de inocencia prealfabética, basada en la comunicación oral-

serían quienes manejarían esas redes.

UMBERTO ECO

En muchas ocasiones Umberto Eco abordó la cuestión y el dilema del libro

en papel. Al ser entrevistado por el escritor y actor francés, Jean Claude

Carriére, responde así al interrogante sobre la suerte del libro, una vez que

apareció Internet:

“Escribí sobre este tema hace tiempo, es decir, cuando la pregunta parecía

pertinente. A estas alturas, cada vez que alguien me pide que me pronuncie

al respecto, no puedo sino repetir el mismo texto. En cualquier caso, nadie

se da cuenta de que me repito, porque no hay nada más inédito que lo que

ya se ha publicado y, además, porque la opinión pública (o por lo menos los

periodistas) tienen siempre la idea fija de que el libro desaparecerá (o quizá

los periodistas piensan que son los lectores los que tienen la idea fija) y

todos formulan incansablemente la misma pregunta.

Eco sostiene que el ordenador nos ha vuelto a introducir

en la galaxia Gutenberg y todos se ven de nuevo obligados

a leer”.

Eco agregó que “con Internet hemos vuelto a la era alfabética. Si alguna vez

pensamos que habíamos entrado en la civilización de las imágenes, pues bien,

el ordenador nos ha vuelto a introducir en la galaxia Gutenberg y todos se ven

de nuevo obligados a leer”.

“Para leer es necesario un soporte. Este soporte no puede ser únicamente el

ordenador. ¡Pasémonos dos horas leyendo una novela en el ordenador y

nuestros ojos se convertirán en dos pelotas de tenis! En casa, tengo unas gafas

Polaroid que me permiten proteger los ojos de las molestias de una lectura

constante en pantalla, pero no es una solución suficiente. Además, el ordenador

depende de la electricidad y no te permite leer en la bañera, ni tumbado de

costado en la cama. El libro es, a fin de cuentas, un instrumento más flexible”,

agregó.

JOSE SUPERA

El joven escritor platense, José Supera, con cuatro novelas publicadas, la última

de ellas “Limpiavidrios” –que también se puede conseguir en formato virtual-

dijo creer que “el tema de papel o no papel‎, es una cuestión más que nada

generacional. Yo los libros que disfruto, son los que vienen en papel, pero es

verdad que no nací en una generación dominada por las pantallas. Habría que

volver a discutir este tema en 50 años, cuando los sub 20 de hoy, tengan 70”

Sostuvo luego que “desde el punto de vista del escritor, discutir formatos, si el

olor del papel, si la textura de las hojas, etcétera, etcétera, es un discusión que

me tiene un poco cansado y creo que cuando discuto no me pongo de acuerdo

con nadie. Se trata de formatos: la obra de un escritor será buena tanto escrita

en la arena como en una hoja o en una pared”.

“Soy del papel –añadió-. Pero vengo de una generación que conoció las dos

mitades de este mundo de papel versus no papel. ‎Elijo el papel, como elijo el

helado de menta granizada cuando voy a la heladería. Son elecciones.

Discutamos con qué ingredientes está hecho ese helado, si tiene el mismo

gusto que todos los helados, o es un helado único, irrepetible: no discutamos

si lo tomamos en cucurucho, vasito o directamente del pote de telgopor”.

LOS COSTOS, LA LIBERTAD

Subsisten muchas cuestiones en torno al soporte ideal para los libros.

El del papel supone costos industriales, ecológicos y de distribución

gigantescos. Y costos también, muy considerables, para los bolsillos de

los lectores. Son infinitamente menores los de los e-books.

Pero la manualidad, lo que Eco denomina la flexibilidad de los libros en

soporte

papel, no la tienen las pantallas. Con el libro en papel se entabla con el lector

una relación de libertad y soledad absolutas, una autonomía única, casi de tipo

físico, que constituye un difícil desafío para la oferta abierta de los e-books.

En la columna Enfoques de este diario, en abril de 2010, Alvaro Vargas Llosa

escribió un texto que parece comprensivo y unificador: “Cuando los romanos

reemplazaron los papiros y pergaminos con los códices, hubo sin duda quienes

tomaron el nuevo dispositivo como un insulto cultural. Cuando la imprenta

sustituyó a la piel de becerro y la tinta de aceite, tuvo que haber bramidos

nostálgicos. El temor actual es comprensible. Pero es egoísta por parte de

quienes preferimos los libros impresos denostar lo que será el imán más

potente para la imaginación de nuevos lectores en muchísimo tiempo”.

 

Fuente: EL DÍA

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