IN MEMORIAN DE JALED ASAAD Y CATORCE COMPAÑEROS MÁS
En muchos procesos tanto naturales como provocados (terremotos, incendios, inundaciones, explosiones, guerras, etc.), solemos encontrar tristemente a un sujeto pasivo de primer orden: el patrimonio.
Aún en el primer caso, cuando se trata de procesos naturales, hemos de lamentar las consecuencias en cuanto a la destrucción de elementos constitutivos del patrimonio cultural, y en esos casos igualmente es de lamentar que, aunque se trate de situaciones naturales, muchas veces se podrían haber evitado las terribles consecuencias si se hubiera puesto mayor atención a la prevención de las mismas; las causas pocas veces se podrán evitar, pero en muchos casos las consecuencias sí se podrán paliar.
Más penosa resulta la destrucción del patrimonio cuando el proceso en cuestión es eminentemente artificial o provocado. El nivel de pérdidas patrimoniales crece exponencialmente, pues hoy la capacidad destructiva de la humanidad resulta ser cada vez mucho mayor.
Cada vez que los medios de comunicación nos transmiten la noticia de la destrucción provocada de bienes del patrimonio cultural nos entristecemos enormemente. Da igual que sea de manera intencionada que como, lo que se ha dado en denominar, “daños colaterales”
Hoy en muchos conflictos armados locales el ataque a los bienes patrimoniales se ha convertido en moneda de cambio de uso habitual. En ocasiones se desea ir contra la actividad turística, sostén económico de muchos países, y para ello no encuentran nada mejor que atacar un emblemático museo o un significativo yacimiento arqueológico.
En otras ocasiones la intención no es otra que el expolio como medio para obtener financiación para la actividad bélica. En este caso es muy grave que ciertas personas, incluso instituciones, del entorno occidental, se presten a adquirir bienes patrimoniales para sus colecciones, aún a sabiendas de cuál es su origen y contraviniendo los convenios internacionales que intentan impedirlo.
En otros casos se trata simplemente de utilizar esta destrucción patrimonial como arma ideológica y de predominio y adoctrinamiento religioso. Los partidarios de un determinado sistema religioso temen la presencia de antiguos dioses aunque a día de hoy no tengan ningún predicamento en la moral de las poblaciones.
El pasado día 18 de agosto los medios nos trajeron la triste noticia de la decapitación en una plaza pública de Jaled Asaad, un veterano arqueólogo de 81 años que ya llevaba 20 retirado de su cargo como responsable máximo de los servicios arqueológicos de la ciudad de Palmira en Siria.
En ese yacimiento ya se han producido anteriormente señaladas destrucciones de bienes patrimoniales como “el león de Al- lat”.
No podemos olvidar que, a parte de un reportero de prensa norteamericano, también asesinado y que igualmente lamentamos, en esta situación han seguido igual camino, en los últimos tiempos y en el mismo lugar, otros 14 arqueólogos también tristemente y con similar impunidad.
No será sectarismo por nuestra parte hacernos eco en esta página del terrible destino que están siguiendo todos estos profesionales de la arqueología y de la museología. Malo es que desaparezcan los bienes patrimoniales, pero siempre será peor cualquier muerte que se produzca.
El mundo de la cultura es contrario a la guerra, a cualquier suerte de violencia, y por consiguiente no podemos menos que hacer renovados votos por la paz en el mundo.
Agosto de 2.015
José María Nogales Herrera
Vicepresidente de ANABAD