¿Está siempre la verdad en el archivo?
En la televisión son habituales las películas y las series en las que en algún instante de su metraje es incorporado un documento que es leído por algún personaje, es destruido algún registro documental decisivo para el desarrollo de la trama o bien se muestra la visita del protagonista a un archivo o centro de documentación -sobre todo en las series americanas en las que parece que todo el patrimonio documental está digitalizado y es fácilmente accesible. Siguiendo esta línea -y tratando de verificar la presencia del archivo en la sociedad a través del cine y la televisión- en otras ocasiones nos hemos detenido en algunaserie o película rastreando en ellas la presencia de archivos o de objetos archivísticos. Pero posiblemente si existe una serie española de televisión reciente a través de la que se pueda entender el valor, la importancia y la necesidad -podríamos calificar “vital”- que tienen los archivos esa puede ser, sin duda, “Niños robados”.
Esta miniserie, emitida por Telecinco y producida en 2013 por Mod Producciones bajo la dirección de Salvador Calvo, está potragonizada por actores tan destacados como Blanca Portillo, Adriana Ugarte, Emilio Gutiérrez Caba, Alicia Borrachero, Nadia de Santiago o Macarena García, quienes se encargan de revivir uno de los dramas más profundos padecidos por la sociedad española en la década de 1970: el robo de niños y la adopción irregular de los mismos.
Conchita, Violeta, Sor Eulalia, Susana y el doctor Mena son algunos de los personajes principales de esta historia. Sin embargo, a lo largo de los dos capítulos de que consta la serie están presentes de manera constante -especialmente en el segundo capítulo- unos personajes centrales que dinamizan la acción: el archivo y el documento. Éstos surgen o son destruidos en los momentos clave, ofrecen o niegan valiosa información a los protagonistas, captan la atención de la cámara… en definitiva, se erigen en ejes fundamentales de los hechos narrados.
A lo largo de la serie podemos apreciar la existencia de diferentes tipos de archivos. Desde el archivo público institucional del cementerio de La Almudena (Madrid), hasta el archivo privado del padre de la protagonista, pasando por el archivo hospitalario o el irregularmente generado a raíz de los ingresos de chicas en casa de doña Dolores de Prat que muy bien podría ser considerado -mas que un archivo privado- un segmento de un archivo de empresa. Cada uno de estos archivos tiene su interés específico en razón de la historia narrada, pero todos tienen en común el constituir no sólo fuentes de valiosa información, sino verdaderas fuentes de vida, tanto por la que dicen como por lo que ocultan, niegan o falsean.
Basta recordar la visita a las oficinas del cementerio para corroborar el papel central que desempeñan los archivos. Allí, tras retirar un certificado incompleto y erróneo, se solicita la consulta de las licencias de sepultura. A pesar de que este es un registro reservado al que no se permite el acceso, el funcionario muestra el registro timbrado pudiéndose conocer datos tan relevantes como la fecha del fallecimiento, el médico que atendió a la madre en el parto, la causa de la muerte, el nombre de la madre, etc. Nuevamente la historia y la vida están contenidas en un archivo. Una información similar puede ser obtenida -tal como el propio funcionario indica a la solicitante- a través de la consulta de los denominados legajos de abortos. Los bebes que nacen muertos o viven menos de 24 horas fuera del vientre materno se consideran fetos y no poseen certificado de nacimiento ni de defunción. Se inscriben en este legajo de abortos. Su importancia radica en que en este documento se encuentran recogidos los nombres de los padres, las fechas de nacimiento y defunción -así como su causa-, el médico que asistió el parto y licencia de enterramiento. Se trata de datos de carácter personal, razón por la cual su consulta se encuentra protegida y no puden ser accesibles salvo para los propios interesados. Toda esta información archivística nos es transmitida en pocos minutos de metraje, hecho que convierte nuevamente a la televisión en un medio didáctico a través del que aproximarse al mundo de los archivos.
Sin embargo, podríamos profundizar un poco más en nuestra reflexión. Teniendo en cuenta que los datos que figuran recogidos en esos registros muchas veces no eran ciertos, reflejándose, por ejemplo, fallecimientos que nunca se habían producido, nos preguntamos… ¿está en el archivo siempre la verdad? Efectivamente en ellos está recogida una verdad, pero no siempre ha de estar reflejada la que podríamos denominar “verdad verdadera”. Esos documentos son reflejo de una forma de actuación, de un modo irregular de hacer las cosas. Esa es la verdad que encierran, aunque los datos contenidos sean falsos. Con el documento en la mano y sin otras referencias las afirmaciones que realicemos serán válidas pero ¿reflejarían el hecho cierto?.
¿La verdad puede trascender lo escrito y estar más allá o la verdad sólo está en lo escrito? ¿Hay una memoria más allá de los archivos?
Posiblemente la respuesta a todo esto sea afirmativa.
De cualquie manera, siempre nos quedará la posibilidad, muy recomendable por otra parte, de consultar varias fuentes de información, incluidas las orales, como medio idóneo a través del que no errar -o errar lo menos posible- en nuestras investigaciones.