En memoria de José Luis Marquina

En memoria de José Luis Marquina

 

José Luis Marquina

En memoria de José Luis Marquina

Ramón Abad Hiraldo, Director de la BUZ

Nunca me hubiera imaginado que hoy estaría escribiendo estas líneas, todavía sin encajar la noticia de haber perdido a un amigo y un colega como José Luis Marquina.

Como bibliotecario fue irreprochable: cumplió hasta el último día. Su labor en la Universidad, donde empezó, primero como Auxiliar de Archivos, Bibliotecas y Museos, en unos tiempos que no son tan lejanos pero que ahora nos parecen de un pasado remoto, en la Biblioteca General, y luego, tras convertirse en Funcionario del Cuerpo Facultativo,  como Director de la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras; más tarde en el Gobierno de Aragón, como Bibliotecario de la Biblioteca Pública del Estado, Director del Instituto Bibliográfico de Aragón, como Jefe de Servicio del Libro y Bibliotecas y, por último, como Director de la Biblioteca de Aragón, puesto que desempeñó hasta su jubilación en junio de 2015.  Ningún profesional de nuestra tierra ha conocido tan bien y tan de cerca la riqueza y entresijos de las bibliotecas aragonesas y en todos los puestos hizo siempre gala  de su capacidad de trabajo, dotes de organización y de un conocimiento y rigor profesional excepcionales.

José Luis Marquina junto a su esposa Maite Pelegrín, Directora de la Biblioteca de las Cortes de Aragón, y los bibliotecarios de la BUZ Ramón Abad, Mª José Yusta, Matilde Cantín, Paz Miranda e Inmaculada Cantín

Muchos de los que lo conocimos hemos trabajado con él. Para mí nunca dejó de ser un referente, no solo en mis primeros años, sino a lo largo de toda mi vida profesional. Siempre admiré su manera de enfocar las situaciones más problemáticas. Muchas veces, cuando debo tomar alguna decisión, todavía me sigo preguntando: “¿qué haría o diría José Luis ahora?”

Siempre fue decididamente práctico y aunque tremendamente actual, no se dejaba encandilar por todo lo que llega con la etiqueta de “moderno”.

Conocedor y amante de la tierra y sus frutos, sabía esperar y conocía el esfuerzo diario y la dedicación especial que necesita cada espécimen para que dé lo mejor de sí mismo y el riesgo siempre presente de que las cosas, a veces, fallen, porque, como él decía, la realidad es muy tozuda. Conocía los nombres de las cosas y las sabía distinguir y valorar, porque nada es lo mismo aunque lo parezca.

Como amigo, los recuerdos son infinitos pues, al igual que los frutales, siempre supo cultivar los afectos de todas las personas que le rodeaban en su quehacer diario. La buena conversación, la buena mesa, el buen vino –su dictamen era obligado para poder terminar la copa-, buen compañero de viaje y siempre querido y bienvenido allá donde fuera.

Siempre supo combinar amistad y trabajo y eso nos ha mantenido unidos y dichosos a lo largo de muchos, no años, trienios. A veces más, a veces menos, siempre ha habido tiempo para el disfrute y el encuentro.

Por eso no es fácil aceptar que precisamente ahora que iniciaba una nueva etapa  con una dedicación plena al disfrute de la compañía, la amistad y el cuidado y cultivo de la tierra,  la muerte se lo haya llevado de una manera tan rápida e implacable.

No es justo, pero tendremos que acostumbrarnos a seguir sin él, preguntándonos de vez en cuando: “¿qué diría José Luis ahora?”

Esta entrada se publicó en General y está etiquetada con en 12/01/2016 por .

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