El Greco en la sociedad del conocimiento

El Greco en la sociedad del conocimiento

Día 05/02/2015 – 19.09h

«Deseamos, desde lo más hondo del sentimiento que nos despiertan Toledo y El Greco, que no se vuelvan a cerrar las ventanas y los postigos y que se aproveche la experiencia de lo hecho para seguir avanzando por la autopista del conocimiento, la innovación y el desarrollo de una ciudad mejor para los ciudadanos y para la historia»

Hemos conmemorado el cuarto centenario de la muerte de El Greco en un momento histórico determinado por un marco de relaciones personales y económicas que denominamos Sociedad del Conocimiento. Entendemos por tal la oportunidad de hacer del saber la fuerza motriz de un modelo de progreso con repercusiones en el plano de la economía, con base en el mundo de la educación y con efectos en los modos de convivencia. La sociedad del conocimiento es aquella en que la educación y la I+D+i son los pilares sobre los que se asienta el diseño y la planificación del porvenir, aquella en la que una nueva estructuración social viene a borrar las desigualdades entre individuos y colectivos a favor de criterios organizativos y de cohabitación inspirados en los principios de equidad y de igualdad. La sociedad del conocimiento es, por tanto, un patrón cultural donde la economía es política, y no especulativa, y la política no financia las aspiraciones de la mediocridad, sino que es liderazgo, mayoritariamente reconocido –no arbitraria y cerradamente asignado– como un ejercicio intelectual noble, comprometido, y abnegadamente entregado, que gestiona la consecución de la justicia social, el bien común y la prosperidad basados en la revisión del concepto humanístico de dignidad del hombre y de la idea ilustrada de progreso. Por tanto, la muy novedosa designación de Sociedad del Conocimiento no es más que la revisión posmoderna de la concepción potencial y funcional del saber tal cual se concibió en las edades moderna y contemporánea, y puesta al día con las herramientas que ofrece la revolución tecnológica. Por desgracia, todos estos elementos configuran una realidad aún en estado potencial, no real, los rasgos propios de una aspiración, no de una constatación. Sin embargo, en este contexto, El Greco, por su importancia histórica, por su relevancia como artista, por la resonancia cultural, social y económica de su figura, parece un elemento clave, un factor decisivo para la concreción y construcción sólidamente afirmada de una verdadera sociedad del conocimiento que trascienda el hecho mismo de la celebración del centenario.
El Greco en la sociedad del conocimiento

ÁNGEL NAVARRETE
Exposición sobre la Biblioteca del Greco en el Museo del Prado

 

El Greco y la educación

En realidad, el conocimiento como agente de progreso no desempeñaun papel más importante en nuestro tiempo de lo que desempeñó en tiempos de El Greco, cuando el humanismo vino a acentuar el protagonismo del saber como una actividad y una condición en aquellos que lo poseían como la expresión más acendrada y natural de la dignidad del ser humano. Se trataba, por ello, de la más elevada de las manifestaciones antropológicas, con valor por sí misma, y también con valor funcional, puesto que la nueva ciencia, aplicada a la vida práctica, posibilitó la mejora de las condiciones de la existencia y redujo las distancias espaciales hasta hacer del mundo un sitio accesible. La diferencia con respecto a la actual sociedad del conocimiento estriba en el hecho de que, en nuestros días, se descubren nuevos hallazgos con extraordinaria celeridad, lo que hace que estemos en un proceso continuo de aprendizaje, si queremos mantener el estatus –profesional, económico, intelectual– adquirido en una formación de base. Actualmente, se es estudiante siempre. Lo curioso es que una figura de los siglos XVI y XVII pueda –y probablemente deba– erigirse en un elemento decisivo para la implantación de este proceso de formación continua, de investigación constante, de innovación permanente. Es, ciertamente, así. El tetracentenerio de la muerte de El Greco ha sido, sin duda, una oportunidad para la implantación de la sociedad del conocimiento en nuestro entorno. Condición necesaria para que tal hecho se produjese era que la efemérides no quedara restringida a un conjunto de actos públicos con participación popular, sino que la celebración contuviera una estrategia que ofreciera frutos destinados a permanecer más allá del año de los fastos. Era inexcusable dotar a la celebración de un contenido educativo en que estuviera presente la pedagogía social, de tal manera que el mundo de El Greco, y, por extensión, el mundo de las artes, fuera y sea un dominio del conocimiento que, con distintos niveles de profundización, se pongan al alcance de todos. Y tanto o más importante es que tales ámbitos del conocimiento penetren en la educación reglada, en la escuela pública, hasta convertir el tetracentenario en la excusa perfecta para ahondar en la formación artístico-cultural de los educandos. Algo se ha hecho, pero más coyuntural que sistémico. El siglo XX ha vertido luz sobre la figura y el arte de El Greco hasta un extremo que no resiste el parangón con ninguna etapa precedente. Contamos con un corpus textual, resultado de muy diversas investigaciones e interpretaciones, que, en el seno de la sociedad del conocimiento, sólo tienen sentido si se difunden y se imparten como parte de nuestro modelo educativo. El año Greco ha coincidido con el inicio de la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad de la Educación, que ha comenzado a desarrollarse en 2014. Cabe pensar que, si, de verdad, el tetracentanario de El Greco se tomara como una referencia básica en el establecimiento de una verdadera sociedad del conocimiento en nuestro país, el sistema educativo vería incrementada la atención que, en su marco, se dispensa al arte y a la cultura, como parte constitutiva de una formación en que las disciplinas clásicas del saber cuentan con cierto peso específico. La excelencia debiera haber dado cabida a la creatividad. Pero lo que se desprende del espíritu de la letra de la Ley es un patrón educativo que trasplanta criterios de calidad empresarial a la esfera de la educación, donde la eficiencia -¿económica, académica?-, la satisfacción del usuario –entiéndase los responsables de la tutela legal de los escolares-, y el desarrollo de habilidades básicas –competencias evaluadas en términos de criterios e indicadores-, sustituyen la innovación pedagógica, la responsabilidad y la maduración progresiva, la creatividad y el saber como principios básicos de una verdadera sociedad del conocimiento. Llama aún más la atención que, a escala regional, la Consejería del ramo haya ideado una aplicación informática y poco más, por toda iniciativa, para la generación de contenidos relacionados con nuestro pintor. Desde las aulas, la comprometida actitud de los docentes ha hecho que el voluntarismo aspire a suplir la suma de olvidos, que termina de ponerse de manifiesto en el hecho, algo más que anecdótico, de que las exposiciones «El Griego de Toledo»«El Greco: arte y oficio», eje del centenario, no hayan contemplado el mundo educativo con exenciones totales o parciales en el abono de los pases, o la elaboración de guías y/o visitas didácticas … con la preeminencia que, de acuerdo con los preceptos de la sociedad del conocimiento, se le debería reconocer.

Y, paralelamente, ¿qué está ocurriendo en la Universidad? ¿Qué importancia ha tenido el tetracentenario en los grandes centros del conocimiento? ¿Qué proyectos de I+D+i están en vigor o en ciernes relacionados con el Greco? España invierte, apenas un 1,39 % del PIB en investigación y desarrollo, según los datos aportados por la Unesco, cuya serie histórica –en la que el incremento anual de nuestro país ha sido exiguo– se interrumpe en el año 2011. Muy lejos, por tanto, del 3%, como porcentaje mínimo del PIB, que se estima necesario para que la sociedad del conocimiento sea una realidad. Añadamos a lo dicho que los medios de comunicación han difundido el dato de que, desde el estallido de la crisis económica, el decrecimiento de la inversión en I+D alcanza un porcentaje del 7%. En consecuencia, este soporte básico que sustenta la sociedad del conocimiento y la consecuente conquista del futuro no sólo no se ha solidificado, sino que se está erosionando por la falta de fondos. Si centramos el foco de atención sobre la Universidad regional, apreciamos que la respuesta a la depauperación de los medios con que se cuenta en materia de investigación está siendo un entusiasmo análogo al que están imprimiendo a su labor los docentes de los niveles educativos inferiores. A los diferentes seminarios que han intentando acercar la rica personalidad creativa y humana de nuestro pintor a los estudiantes, debemos sumar la celebración, en Toledo, del congreso «El Greco en su IV Centenario: Patrimonio Hispánico y Diálogo Intercultural», en consonancia con la línea de actuación del Comité Español de Historia del Arte, que, con una periodicidad bienal, convoca congresos a escala nacional. La necesidad de propiciar sinergias ha dado como resultado la adhesión a las labores organizativas de otras instituciones académicas como Patrimonio Nacional, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Museo del Prado, Museo Nacional de escultura de Valladolid y Ministerio de Cultura. Se han dado pasos. Han quedado detalles. Se han abiertos caminos. Hay que seguir luchando, como El Greco, siempre.

El Greco en la sociedad del conocimiento

LUNA REVENGA
Colas históricas en el Museo de Santa Cruz para visitar la exposición «El griego de Toledo»

El Greco y la economía

La sociedad del conocimiento tiene una dimensión práctica. Actualmente, se habla de un sector cuaternario de la economía, el de la dotación intelectual, el de la cualificación técnica, el de la implementación tecnológica. Se trata de un sector que no pugna por imponerse, por descollar por encima de los otros tres como dominante en los modelos productivos de los pueblos, sino que se incorpora a dichos modelos confiriendo, a los bienes y servicios que se prestan, el valor añadido, lo que hace que la economía de un determinado entorno sea competitiva, humana y humanísticamente competitiva (la alternativa es la precarización de las condiciones laborales y, en conjunto, la depauperación social y la regresión en la conquista de los derechos civiles). Desde esta perspectiva, la sociedad del conocimiento es una realidad bifronte cuyos anverso y reverso son, respectivamente, la investigación y el desarrollo, que posibilitan la creación de productos novedosos, sujetos a exigentes estándares de calidad, con la gran versatilidad pragmática del valor añadido que les dotan de competitividad en los mercados, y, por otra parte, la educación, que permite la transmisión de los nuevos conocimientos, la formación de trabajadores competentes, cualificados, y que conforma el eslabón que da continuidad al proceso. Es importante señalar que el nivel de desarrollo de los países coincide de manera prácticamente biunívoca con la calidad de sus sistemas educativos, y la calidad de los sistemas educativos, a su vez, suele estar en directa relación con la cuantía de fondos y recursos destinados a este capítulo presupuestario. Es de todo punto lamentable que estos juicios, que encierran probadas verdades, se estén subsumiendo a un modelo de gestión para la superación de la crisis vigente basados en políticas económicas contractivas en lo tocante a investigación y desarrollo. Aun siendo conscientes de estar talando el tallo desde el que ha de crecer el árbol de la ciencia, que es el árbol del desarrollo y del progreso, nos empeñamos en dejar roma su copa. ¿Por qué? La respuesta a esta cuestión es hoy difícil, y se nos antoja quimérico el hecho de poder defender tan estrechas miras cuando quienes realicen la evaluación que se haga del tetracentenario de El Greco reformulen la misma pregunta. También es incomprensible que capítulos como el de las industrias de la cultura, tan relacionados con la sociedad del conocimiento, no hayan tenido un desarrollo institucionalmente colateral en el diseño del tetracentenario y, sobre todo, en las manifestaciones que pervivirán más allá del 2014. ¿Acaso no era esta una oportunidad incomparable para desarrollar proyectos innovadores que singularicen la ciudad de Toledo y la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha y que contribuyan de manera decisiva a variar su sistema productivo?¿No era este el momento perfecto para plantear una oferta turística basada en una economía del conocimiento que vaya más allá de los fastos? ¿No era, tal vez, el momento adecuado para filiar tradición y modernidad, para que el rico patrimonio histórico y artístico de nuestra tierra fuera de nuevo el punto de apoyo desde el que propiciar un nuevo impulso, auxiliado con las herramientas de la revolución tecnológica de la Posmodernidad? No queremos que estos interrogantes se entiendan como una dejación de responsabilidades de la Fundación El Greco 2014, pues no era esta su función, sino en la falta de alturas de miras institucionales que hubieran ido más allá de la enorme celebración.

El Greco y las nuevas tecnologías

El tetracentenario quizá era el momento adecuado para el establecimiento de verdaderas infraestructuras culturales que cimentasen una auténtica sociedad del conocimiento. La materia prima con que encofrar esas infraestructuras a las que nos referimos son las nuevas tecnologías, el nexo que permite asociar investigación, desarrollo, educación, competitividad económica y equidad social (siempre que se adopten medidas para suprimir la divisoria digital, por supuesto). La ciencia positiva y aplicada del siglo XIX abrió la era tecnológica, que ha alcanzado, en nuestro tiempo, apenas un siglo después, un rango de desarrollo en el que la producción de conocimientos y la creación de aplicaciones cibernéticas que mejoran nuestra calidad de vida guardan una relación que las hace casi inseparables. Algunos columbramos la posibilidad de que esta conexión de factores que conforman la sociedad del conocimiento en nuestro entorno comenzaba a producirse el día 28 de mayo de 2013, en el auditorio de la Real Fundación de Toledo, fecha y lugar en que fue presentada la Biblioteca Virtual de la Antigua Escuela de Traductores deToledo, por parte de la empresa Digibís, que ejecuta proyectos propios de la sociedad del conocimiento auspiciados por la Fundación Ignacio Larramendi. Lo que pudimos apreciar quienes asistimos a dicha presentación fue un corpus documental concebido con los medios y la ambición de la Web semántica, es decir, una verdadera biblioteca digital con un enfoque universal, holístico, que parecía cumplir las viejas aspiraciones de sus grandes promotores históricos: el obispo don Raimundo y Alfonso X El Sabio. Dicha iniciativa digital se había vinculado a Europeana, una ingente base de datos a escala europea que aspira a una compilación del saber igualmente universalista, de acuerdo con la naturaleza misma de la Web semántica, sobre la base de la tecnología de archivos relacionados y abiertos (Open Linked Data). Costaba trabajo, en aquel entorno, ante las inmensas posibilidades que se abrían ante nuestros ojos, no vincular, en una simbiosis realmente estimulante, la Real Fundación de Toledo, la Fundación El Greco 2014, la Web semántica, la lengua castellana y El Greco, enmarcados en Toledo como sede de una sociedad del conocimiento, próspera y apasionante. Para entonces, Gregorio Marañón y Bertrán de Lishabía declarado pública y reiteradamente su voluntad, como presidente del Patronato y de la Comisión Ejecutiva de la Fundación El Greco 2014, de aprovechar las iniciativas efectuadas en el tetracentenario para crear un gran acopio de datos referidos a El Greco que fueran un referente para la comunidad universitaria, investigadora y, en general, para curiosos, turistas y cuantas personas mostraran un cierto interés por la figura y/o la obra del Cretense. El conjunto de estos vectores apuntaban, en efecto, como pretendía Marañón, a un gran proyecto cívico, gestado en un tiempo previo a la conmemoración, alumbrado en el año mismo de la efemérides, y prolongado mucho más allá de la misma, como un nuevo signo identificativo de nuestra ciudad y de nuestra región. Entendimos, en una prefiguración de un futuro posible, que Toledo se abría, por fin, a la opción del progreso desde su propia raíz identitaria: la Web semántica, uniendo a El Greco con la lengua española como cañamazo de la Escuela de Traductores, venía a posibilitar una tercera etapa histórica en que la capital castellano-manchega se erigía una vez más en una de las sedes del saber en la aldea global. La ciudad de El Greco, la ciudad del «castellano drecho», podía muy bien, como uno de los grandes espacios museísticos del mundo -¿qué se hizo del Museo Nacional de El Greco?- , constituirse en referencia ineludible de las artes plásticas y de la lengua española en los albores del siglo XXI. A las industrias de la cultura, se sumarían, así, las industrias de la lengua; a las inmensas posibilidades que brindan las tecnologías al servicio del conocimiento, del estudio, de la investigación en materia de patrimonio histórico-artístico, hay que agregar las igualmente imponentes opciones que brindan las industrias de la cultura en el marco de la sociedad del ocio, donde el turismo cultural es un sector pujante, susceptible de una implementación tecnológica que posibilita la oferta de un producto competitivo, con valor añadido. Este mismo supuesto era entonces –y sigue siendo hoy– igualmente válido en el ámbito de las industrias de la lengua. Pensamos que El Greco y la lengua castellana podían ir de la mano, máxime cuando, al vencimiento del tetracentenario de la muerte de El Greco le sucedería el tetracentenario de la publicación de la segunda parte del Quijote, y al año siguiente el de la muerte de Cervantes, ocasión que bien podría hacer que la celebración del VI Congreso Internacional de la Lengua Española se produjera tal vez en el palacio de congresos de Toledo, designado con el sobrenombre de nuestro pintor, lo que supondría un encuentro simbólico esencial entre dos de los signos culturales más importantes de nuestro entorno: El Greco y el Quijote.

El Greco, una esperanza

El día mismo de la presentación de la Biblioteca Virtual de la Escuela de Traductores de Toledo pudimos atestiguar que, en efecto, Digibís había sido requerida por la Fundación El Greco 2014para llevar a cabo una consulta acerca de la posibilidad de acometer una Web semántica sobre El Greco. Hoy sabemos que el proyecto fue desestimado. Lo ocurrido con la Web semántica es, desafortunadamente, lo mismo que le ha sucedido al resto de las iniciativas que hemos mencionado como ramas surgidas de un tronco común al que hemos llamado sociedad del conocimiento.

Entretanto, el tetracentenario ha transcurrido con una excepcional afluencia de público a Toledo, sin duda por la capacidad de convocatoria de las magníficas exposiciones que han vertebrado, como eje axial, toda la celebración, «El Griego de Toledo» y «El Greco: arte y oficio».Si lo característico del tercer centenario fue su elitismo y su escasa repercusión social y mediática, este cuarto ha sido memorable por la participación ciudadana, no solo en los actos expositivos, sino en el cúmulo de actividades que se han generado.

Se han abierto caminos, se han ampliado horizontes. Deseamos, desde lo más hondo del sentimiento que nos despiertan Toledo y El Greco,que no se vuelvan a cerrar las ventanas y los postigos y que se aproveche la experiencia de lo hecho para seguir avanzando por la autopista del conocimiento, la innovación y el desarrollo de una ciudad mejor para los ciudadanos y para la historia.

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