En estos días estamos viviendo una situación de alerta provocada por la crisis sanitaria a consecuencia de la incidencia del virus COVID 19 en nuestra sociedad. Todo ello nos obliga en nuestra asociación, la Federación ANABAD, a aplicar la experiencia del tele-trabajo, algo que se estaba demorando mucho en cuanto a su definitiva implantación, y que ahora encontrará, sin duda, un impulso enorme en toda la sociedad; a la fuerza obligan.
La primera determinación que tuvimos que tomar fue aplazar la reunión de la Asamblea General Ordinaria del Consejo Federal de nuestra Federación ANABAD, prevista para el 28 de marzo de este 2.020. Ya habrá ocasión.
También, por cierto, ya no podemos aplazar más la revisión de nuestros Estatutos, pues habrá que hacer en ellos el adecuado “agiornamento”.
Lo primero, sin saber cual ha de ser el devenir de esta situación, es desear que la incidencia sea la menor posible en la población en general. Desafortunadamente ya el mal se ha cobrado demasiadas víctimas, desde la lejana China a la entrañable Latinoamérica, pasando por nuestro entorno geográfico más inmediato y cercano, y muy en concreto en nuestro país.
También nuestro recuerdo más afectuoso a quienes más directamente padecen los efectos de la pandemia; a las víctimas y sus familiares, nuestro agradecimiento a quienes desde los más diversos campos de la actividad sanitaria, productiva y de servicios nos cuidan, y con ello colaboran en que los efectos sean los menores posibles.
Una situación de crisis como esta pone en solfa todo cuanto nos rodea; nuestra vida personal y familiar, nuestras relaciones sociales y laborales, nuestras prácticas culturales y nuestra vida entera.
Estar en confinamiento doméstico, como es el caso de una gran parte de población, entraña en primer lugar para las personas que deban cumplirlo, la obligación de hacerlo verdaderamente efectivo, no poniendo en riesgo la salud propia, ni la de su gente, y, mucho menos la de quienes no tienen más remedio que salir fuera de casa, al exterior, para trabajar, para ocuparse de nosotros.
Naturalmente los sectores profesionales en los que intervenimos; los archivos, las bibliotecas, los centros de documentación, los museos, los yacimientos arqueológicos, se están viendo afectados por esta tremenda situación. No podría ser de otra manera.
Esta pandemia no es la primera que padece la Humanidad, aunque sí quizá sea la más rápidamente generalizada. De las precedentes tenemos testimonio y memoria en muchos de nuestros centros; multitud de documentos, abundante bibliografía científica,literaria e histórica, objetos de nuestro pasado reciente y remoto que nos reviven la memoria de acontecimientos pasados: guerras, catástrofes naturales, atentados, epidemias y pandemias que han hecho remover los cimientos de la Historia humana; de todos ellos se ha salido, todos ellos se han superado.
En los días que llevamos de crisis, casi de inmediato se ha decretado el cierre de los museos y de las bibliotecas, en muchos casos también de los archivos. Por supuesto los yacimientos arqueológicos, aunque ahora no es plena temporada de campaña, también han quedado clausurados.
Las distintas administraciones han actuado de manera muy diversa. En unos casos se han cerrado al público los establecimientos, pero se ha mantenido el trabajo interno, en otros se ha intervenido más drásticamente cerrando los centros y enviado al personal a sus casas. En otras ocasiones, se ha procurado la implantación del teletrabajo. En esta disparidad habrá influido el distinto nivel de implantación tecnológica, la peculiaridad propia de cada puesto y el pensamiento y la voluntad de sus responsables.
Naturalmente, no todas las administraciones han podido poner en marcha las adecuadas medidas de teletrabajo, pues es muy diverso el nivel de aplicación de las TIC, las que aún hoy cierta gente denomina “nuevas tecnologías”. Deben saber, por cierto, que ya no son tan nuevas. Ya no hay o no debería haber escusas ni disculpas para no tener desarrolladas en todas las administraciones públicas las debidas plataformas electrónicas. Debe quedar claro que, superada esta crisis, la digitalización ha de ser una de las prioridades a afrontar.
Las redes sociales dan el testimonio de la muy diversa forma de trabajar de los distintoscentros: los hay muy activos, mientras otros tienen nula presencia en ese entorno.
Los archivos, las bibliotecas, los centros de documentación y de interpretación, los museos de toda índole y los yacimientos arqueológicos que pueden hacerlo se han apresurado a poner al abasto de toda la población sus fondos, sus recursos, sus servicios, y cuando lo han hecho, generalmente ha sido sin la necesidad de que sus plantillas tuvieran que hacer trabajo presencial.
Claro está que los que lo han podido hacer, ha sido gracias al trabajo hecho previamente, durante los años precedentes. Sí, años, pues esto no es cosa de un día para el siguiente. En un “clikc” no se improvisa el trabajo digital, pues para dar hoy un adecuando servicio con plenas garantías, y un alto nivel de tecnificación, es necesario haber trabajado por ello con mucha antelación y con buen tino. No es tiempo de hacer, si no de haberlo hecho.
Hoy tenemos material suficiente para hacer un completo manual de buenas y malas prácticas en materia de difusión digital, todas, sin duda, bien intencionadas, pero no todas con el mismo buen resultado deseado.
Si los centros en los que trabajamos y en los que prestamos servicio están convenientemente digitalizados y sus recursos instalados en la web, podemos prestar un adecuando servicio a la administración, a la investigación, a la ciencia, a la cultura, a la enseñanza, al ocio, en suma; al desarrollo personal de quienes integramos nuestra sociedad.
Si no los tenemos así dispuesto, poco se podrá hacer en situaciones como éstas, que, por cierto como no son la primera, tampoco serán la última; hemos de prepararnos para lo que esté por venir.
Estamos pudiendo hacer visitas virtuales a multitud de museos, a yacimientos arqueológicos, y sitios y ciudades incluidas en la Lista del Patrimonio de la Humanidad, accediendo a tantos y tantos elementos del Patrimonio Inmaterial.
Las bibliotecas, como las editoriales, por cierto, también las librerías y las corporaciones nos ofrecen sus fondos bibliográficos digitalizados. A través de las redes realizan sesiones de cuenta cuentos y de clubs de lectura, así como otras muy diversas de animación y promoción de la lectura. Continuamente “cuelgan” en sus muros noticias propias de la comunidad bibliotecaria. Por si alguien aún tuviera dudas de ello, las bibliotecas ahora se consagran como la célula básica del desarrollo sociocultural de cualquier comunidad. Centros con verdadera vocación de servicio público, implantados en casi todos los ámbitos geográficos. Todo lo cual debe hacer repensar la inconveniencia del pago del canon por préstamo público.
Igualmente los centros de documentación, dentro de sus más diversas especialidades, nos ofrecen acceso a sus trabajos, y sacan de sus repositorios los repertorios más diversos de teatro, música, patrimonio, etc.
Los archivos, por su lado, mantienen esa doble faceta que siempre les caracteriza; por un lado la vinculada al servicio a la administración y la atención a las personas administradas, pues, aunque se ha decretado la suspensión de los plazos administrativos, permanece vigente el derecho al acceso a la documentación y a la información, a la transparencia. De otro lado, su aspecto histórico, vinculado a la investigación académica, a la cultura y al patrimonio. En ambos casos sólo se puede dar servicio si se tiene un adecuado nivel de tecnificación.
En cualquiera de nuestros campos surgen en estos días las oportunidades de formación en línea, y las redes se convierten en imprescindibles con la información que difunden a cada momento.
Si ya veníamos hablando de la brecha digital referida a la que separa a unas personas de otras, según tengan o no acceso a las tecnologías digitales, más aún podemos referirnos a la brecha digital institucional, la que separa cada vez más a los establecimientos, según el uso que hagan y el acceso que tengan a esas mismas tecnologías. Naturalmente también la brecha digital geográfica, pues no todos los territorios están igualmente tecnificados.
La implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles de la Agenda 20 30 no ha de estar ajena a esta situación.
Cada quien, profesional, responsable político, o la que quiera que sea la función que realicen, deberá examinar su actitud ante el avance digital (también la aptitud, por qué no); las trabas que han puesto, el impulso que han dado a la implantación digital, cada quien deberá asumir su propia responsabilidad.
En general nuestras profesiones vienen siendo muy proactivas en cuanto se refiere a la necesidad de implantar un adecuado proceso de digitalización. No siempre el resultado ha sido el deseado, no siempre el apoyo de los responsables ha sido el que era de desear.
Esta situación de alarma sanitaria pone de manifiesto muchas cuestiones, y sobre todo las virtudes y deficiencias de nuestro sistema, pero, especialmente, son una oportunidad para mirar más allá, para ir ya pensando en qué haremos mañana, cuando la alarma cese y retomemos la normalidad, aunque ¿algo será normal en adelante? En crisis anteriores se han producido grandes cambios culturales que van desde el hábito de blanquear las fachadas de las casas (sobre todo en las regiones meridionales) a la práctica de instalar los cementerios en las afuera de las poblaciones. Igualmente, a veces han influido en modas, usos y costumbres. También ahora asumiremos cambios culturales, aunque aún no sepamos con certeza cuales serán éstos.
Será preciso cambiar las prácticas en los mostradores de atención al público, se impondrá la necesidad de campañas sanitarias de desinsectación, desinfección y desratización en los espacios donde no son tan habituales, o en aquellos en que un malentendido ahorro de recursos ha hecho que se dejen de practicar. Por supuesto, la limpieza de espacios públicos deberá extremarse sin excusa.
Posiblemente se tengan que revisar los aforos de los locales, evitando la excesiva aglomeración de personas. En fin, todo esto supondrá un verdadero cambio cultural y de normas de comportamiento.
La administración electrónica, aún con una incipiente implantación en nuestra sociedad, ha de requerir un verdadero esfuerzo de todas las administraciones, de las empresas y de las corporaciones, en suma, de las personas. Pero, la función de liderazgo le corresponde, sin duda a la administración, y a sus responsables políticos: legislación, recursos, formación, voluntad, esos son los ingredientes.
En los archivos, sus responsables llevan tiempo trabajando en torno a los documentos vitales (esos más en el entorno de la documentación convencional) y en los documentos esenciales (ahora estos en el entorno digital). ¡Qué ocasión para repensar cuales son los documentos esenciales, y preguntarnos si el archivo es o no un órgano esencial en la administración!
Archivos, bibliotecas, museos y sus profesionales llevan tiempo empeñados en implementar una inteligente digitalización de sus entornos, y ahora salen a la luz los méritos y deméritos de lo conseguido.
Mención aparte merecerán aquellos centros casi no existentes, y que ahora echamos tanto en falta, como son las bibliotecas escolares, que también en esta ocasión resultarían tan esenciales en el sistema escolar. Digo que no existen, porque, aunque las hay, normalmente no están atendidas por profesionales especializados; por lo que es como si no existieran.
Como queda dicho, se trata de una crisis sanitaria: pues en esta ocasión no hemos de olvidar la labor importante que en los medios sanitarios realizan nuestras y nuestros profesionales. Básicamente me refiero a las bibliotecas hospitalarias y de pacientes, y a los archivos sanitarios. Encomiable labor que merece todo nuestro reconocimiento, hoy más que nunca.
El regreso a la normalidad ha de ser el momento de replantearse cuales han de ser en adelante las verdaderas prioridades. Esa es la esencia de la labor política, priorizar, determinar qué asuntos son los fundamentales, los esenciales, aquello en los que hay que poner todo el esfuerzo. Espero que nos confundan, que no se equivoquen.
Nuestras profesiones, como los centros en los que prestamos servicio profesional, y por supuesto las asociaciones profesionales que nos representan, entre ellas nuestra Federación ANABAD, se mueven a caballo entre los campos de la administración, la comunicación y la cultura; son elementos que en estos momentos tienen vocación de salir de esta crisis con todo el reforzamiento posible. Sobrevivir, avanzar, esa es la consigna.
José María Nogales Herrera
Presidente
Federación ANABAD