Cierre de facultades

En ocasiones tenemos la sensación de retroceder en vez de avanzar; eso nos ocurre en cuanto se refiere a las reformas que pretenden imponer desde el rectorado de la Universidad Complutense y otras.

 

 

El plan de ataque es muy sencillo: cerrar facultades y/o escuelas, añadiendo y concentrando las titulaciones a las que se imparten en los centros supervivientes. De tal manera el título acreditativo para el ejercicio profesional y la profesión en sí misma se distanciarán cada vez más. 

 

Al desaparecer los centros se diluye considerablemente la visibilidad de la profesión y por ende la de quienes la ejercen o en un futuro  pretenden hacerlo.

 

Como no se da ninguna explicación claramente convincente, suponemos que la principal causa será siempre la optimización de los recursos económicos; concepto mágico que en tiempo de crisis (económica y de otras índoles) se nos presenta como el “bálsamo de fierabrás”, de mágicos efectos para todo.

 

No podemos compartir con los rectores universitarios el afán que la mayoría de ellos tiene por cerrar servicios.

 

Se les podría devolver la propuesta; 

No cierren Universidades, pero sí unifíquenlas. Bien podría haber una sola Universidad pública por distrito universitario y un sólo distrito por región autónoma; se ahorrarán así muchos sueldos de los rectores y sus gabinetes, de sus equipos rectorales  y caterva de asesores, así como personal auxiliar (conductores , “ballets de chambre”  y un etcétera de diversa dimensión no siempre proporcional a la de la propia Universidad).

 

Los centros universitarios (escuelas y facultades) han de estar vinculados a la especialización de las disciplinas académicas y aquellas han de ser plenamente afines. Si en los años 70 del siglo pasado se descompusieron las facultades, como testimonio del desarrollo alcanzado por cada una de las disciplinas, no tiene sentido que ahora se contraprograme la concentración.

 

Los campus acercan geográficamente al alumnado el acceso a los estudios; por lo tanto, sí a la dispersión de los campus, y sí  a a la profusión de centros, y claramente, sí a la concentración de las universidades, llegando, si fuera necesario, a la eliminación de alguna de ellas, antes que al cierre de centros  de estudio.

 

Sin duda un retroceso más que significativo y del que no se si los equipos rectorales son conscientes de a donde puede llevarnos su juego. ¿Lo habrán meditado?

 

Personalmente nunca estuve a favor de cómo se ha resuelto la formación de la profesión archivera,  teniendo que ser por fuerza siempre del nivel de postgrado, pero, por lo general, la de biblioteca y la de documentación sí estaban más o menos resueltas, aunque con grandes carencias, por cierto, ahora, la situación amenaza con empeorar a las tres por igual.

 

 

 

José María Nogales Herrera

Presidente  

Federación ANABAD

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