La invasión de las bibliotecas
Según noticias aparecidas en el diario Público de 23 de enero, cierto número de usuarios han forzado su permanencia en algunas bibliotecas madrileñas después de su horario de cierre como medida de protesta por el hecho de que esos centros antes ampliaban su horario habitual en tiempo de exámenes y este año, como consecuencia de los recortes no.
Alguna asociación profesional apoya a los usuarios y se solidariza con ellos.
También yo quiero declararme del lado de los usuarios, pero deseo hacerlo lejos de cualquier posición populista o paternalista. Quiero, ante todo, dejar testimonio de cómo son y han de ser las cosas, no escribiendo ex cátedra, pero sí aplicando la mejor lógica bibliotecaria.
Las bibliotecas están para ser utilizadas por cuántos más usuarios mejor, pero en una sociedad avanzada, como se presume que es la nuestra, cada tipo de biblioteca ha de cubrir las necesidades de un sector en la población. Igualmente cada ámbito de la administración ha de cumplir con aquéllos objetivos que forman parte de su propia competencia.
Las bibliotecas públicas han de atender las necesidades de promoción de la lectura entre la población en general, del mismo modo que las bibliotecas y de centros educativos han de cubrir las necesidades formativas y de estudio de la población estudiantil.
Consecuentemente son las administraciones vinculadas al sector educativo quienes, han de atender las necesidades propias de esa parte de la población. Son las bibliotecas universitarias, de institutos y las escolares las que tienen que habilitar espacios, horarios y personal específico para atender estas necesidades.
A las autoridades educativas (rectores, consejeros de educación, etc.) es a quienes se ha de requerir la suficiente y correcta prestación de esos servicios, incluyendo los de salas o aulas de estudio.
La biblioteca pública tiene otros cometidos. Esto no significa que en una biblioteca no se pueda estudiar; claro que sí, al contrario.
Pero facilitar el estudio en una biblioteca pública no es lo prioritario sobre otras actividades propias como son las de promoción de la lectura.
Habiendo bibliotecas públicas y otras de centros educativos, corresponde a estas últimas facilitar el estudio dentro y fuera de los horarios habituales, no a las bibliotecas públicas.
Considero denigrante que se fuerce por las administraciones en una actitud populista la ampliación de los horarios de las bibliotecas y esto se haga carente de planteamientos bibliotecológicos, por ejemplo, en lo concerniente al personal; habitualmente se prolonga el horario de la biblioteca pública dotándolas sólo de un vigilante jurado; es decir no hay ningún tipo de servicio bibliotecario.
Luego en los informes y en las estadísticas esos figurarán, sin serlo, como servicios bibliotecarios.
Son medidas populista y de sociedades no desarrolladas; abrir una biblioteca en esas condiciones es tanto como abrir cualquiera de esos espacios multiusos y polivalentes (que por lo general no valen para casi nada) en los que tanto recursos se han invertido en los últimos años, en lugar de invertir en verdaderas bibliotecas.
José-M. Nogales Herrera
Vicepresidente
Anabad
Federación Española de Asociaciones
De Archiveros, Bibliotecarios, Arqueólogos,
Museólogos y Documentalistas