NUEVOS ORGANIGRAMAS CULTURALES
Cualquiera de nosotros guarda en casa algún objeto que puede alcanzar la consideración de “trasto”. Normalmente, en tono coloquial, se lo aplicaremos a objetos viejos u obsoletos, pasados de moda, incómodos de tener a la vista, inservibles y de poca o nula utilidad. En muchos casos nos lo regaló alguien que ya no nos agrada, o incluso lo adquirimos nosotros como souvenir de un viaje que hoy preferimos olvidar. Puede ser que otrora fueran incluso piezas de lujo y abolengo, pero ya no son convenientes a nuestros intereses.
Eso mismo les ocurre a muchas administraciones con respecto a la Cultura y cuanto a su alrededor se encuentra; y todo esto se pone aun de forma más manifiesta en los momentos de constitución de los distintos gobiernos, sean ellos del ámbito territorial que sean: local, regional o nacional.
Ahora corresponde esta tarea a los Ayuntamientos y Diputaciones Provinciales por un lado y a las Comunidades Autónomas por el otro. Alcaldes y Presidentes se afanan en formar sus equipos de gobierno y en diseñar las líneas maestras de una arquitectura efímera con fecha de caducidad para dentro de cuatro años.
El veterano Partido Socialista Obrero Español, el Partido Popular en continua refundación desde la descomposición del régimen franquista, como formaciones con amplia experiencia y prosapia en las tareas de gobierno, o los nuevos partidos, emergentes unos, otro emergidos de ciertos oleajes, se empeñan en la ardua tarea de adelgazar la administración como acreditada madriguera donde nacen y crecen todos los malvados del mundo y eso pasa siempre por clavar la tijera en la Cultura. Ya podemos ir olvidándonos de ver en los organigramas gubernamentales concejalías, consejerías o ministerios de Cultura, eso ya es cosa del pasado.
En la mayoría de los casos, Cultura queda relegado junto con el Deporte, y al mismo nivel que él, como apéndice de Educación. A esta circunstancia ya estamos acostumbrados, y por lo tanto a ver que los responsables máximos de estas consejerías siempre provienen del ámbito educativo y no del cultural. Ello conlleva que la mayor parte de los recursos de toda índole, así como de las acciones de administración y gobierno se circunscriben en la esfera de lo educativo y nunca en lo cultural.
Cultura queda desdibujada en la acción política y las cuestiones que le son propias pierden peso específico y proyección social. Lo que continúe vigente en el ámbito de lo cultural tendrá más que ver con el ocio, el entretenimiento o la industria y los derechos de propiedad que con la cultura en sí misma. Y es que nos hemos empeñado mucho en explicar el valor económico de la cultura, quizá para obtener reconocimiento, y no hemos puesto tanto énfasis en el verdadero valor de la cultura; el valor cultural.
El recientemente estrenado gobierno popular de la Comunidad de Madrid, obtenido mediante los oportunos acuerdos con Ciudadanos, nos sorprende con un nuevo modelo en el que la palabra cultura desaparece totalmente del organigrama gubernamental.
Hemos vivido una carrera de extravagancias como cuando en el Ayuntamiento de ¡Madrid! la concejalía se denominó “de las Artes” o el más reciente caso de la propia comunidad autónoma con la creación de una consejería de cuestiones tan exóticas como en vía de extinción: Empleo y Cultura.
Durante mucho tiempo atrás dentro y fuera de la profesión de Archivera/o se venía reclamando de las autoridades que los archivos habrían de estar fuera del organigrama de Cultura y ser ubicada tal competencia en la Presidencia de las instituciones o junto a quien tuviera la función de la coordinación máxima.
Los archivos son algo transversal que afectan a toda la administración, se decía: No era mal argumento. Bueno, pues quienes eso pensaban ya lo han conseguido. Felicidades. Ya en Madrid (la capital marca tendencia) los archivos y la cultura toda están instalados en la Presidencia de la Comunidad, pero claro, la Consejería es de Presidencia. Nunca de Presidencia y Cultura, menos en el sentido inverso.
En la nueva organización, Cultura en Presidencia es la punta del apéndice. Supone ser la menor cantidad que se expende en materia de administración.
Una leyenda que recorre las oficinas y despachos de la administración española establece que cuando a alguien se le quiere dar un cargo, pero que no tenga importancia, se le designa “coordinador de …”. Pues un poco en esa línea, la denominación de “Oficina de …” viene a tener la misma consideración.
En la administración se establece una oficina para atender un asunto de vigencia temporal; por ejemplo la preparación de unos juegos olímpicos (la Oficina Olímpica de Barcelona, pues lo de Madrid fue otra cosa) o cuando se crea una organización que carece de competencias ejecutivas. Por ejemplo la Oficina Económica de la Moncloa. En el caso que nos ocupa, el de la Oficina de Cultura creada en el seno de la Consejería de Presidencia de la Comunidad de Madrid no logro saber cual es la circunstancia concreta y la filosofía de aplicación.
Es importante saber dónde estamos, pero también resulta de interés conocer con quién y especialmente para qué. Discúlpenme la broma, pero en esto el tamaño sí importa; no es lo mismo ser cabeza de león que cola de ratón. Sí, ya se que normalmente se dice cabeza de ratón o cola de león, pero ahora me viene mejor decirlo de estotra manera.
Si las cuestiones referidas a la ubicación son de sumo interés, también merece que nos detengamos a analizar el nuevo organigrama de la cultura regional madrileña:
Se establecen dos Direcciones Generales, una de Promoción y otra de Patrimonio Cultural. ¿Significa esto que el patrimonio no ha de ser promovido?
Las subdirecciones generales también nos suscitan interrogantes ¿Es que las bellas artes no forman parte del patrimonio cultural y por eso se sacan de aquella dirección general?
Se establece una Subdirección General del Libro, pero en absoluto en ella se menciona a las bibliotecas ¿Es que ya las damos por finiquitadas? ¿No merecen una consideración específica las bibliotecas en la Comunidad de Madrid? Alguien se ha olvidado de que las bibliotecas públicas son o han de ser la célula básica del desarrollo cultural de los municipios.
La arqueología y los museos quedan radicalmente sacados de los epígrafes del nuevo organigrama. ¿Qué decir de ello?
Sí se mantiene en la organización el concepto “archivo”, pero ligado a su componente patrimonial, obviando cuanto tiene que ver el archivo como custodio de la memoria histórica, garante de la fe pública y eje de la administración electrónica.
En el resto de las subdirecciones generales se repiten las palabras tan ampulosas como vacías de contenido (: gestión y promoción, programación, protección y programación, difusión y gestión), palabras y conceptos que en otras consejerías resultarían sin duda ofensivas y que en Cultura, como no importa, pasan desapercibidas.
José María Nogales Herrera
Vicepresidente de ANABAD