El libro tesoro de Napoleón escondido en España
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Bonaparte mandó construir una imprenta especial
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Convocó a 167 sabios para una edición imperial de su campaña de Egipto
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Javier Sierra es testigo del hallazgo en Madrid de una de aquellas joyas ‘perdidas’
El escritor contempla este martes el ejemplar imperial hallado en el Instituto Egipcio de Madrid. JOSÉ AYMÁ
Actualizado: 03/05/2015 10:12 horas
Un insólito tesoro bibliográfico ha permanecido casi seis décadas olvidado en una de las sedes de la embajada de Egipto en Madrid. Hasta esta misma semana ningún bibliófilo, bibliotecario o egiptólogo español intuía siquiera su existencia pero el jueves, en una fugaz exposición dispuesta en los salones nobles del Museo Arqueológico Nacional (MAN), se puso fin a cincuenta y siete años de desmemoria. “Según consta en nuestros libros de registro esta joya llegó a España en 1958“, comenta el profesor Basem Saleh con una sonrisa de oreja a oreja. “Se trata, casi con certeza, de un regalo que se envió desde El Cairo a Madrid para fortalecer las relaciones entre ambos países y que, por alguna razón que se nos escapa, nunca se dio a conocer… hasta hoy”. Saleh, consejero cultural de la embajada egipcia, se refiere así a una colección de veintitrés volúmenes impresos entre 1809 y 1826 en París por orden de Napoleón Bonaparte y a los que se conoce como la Descripción de Egipto.
Algunos de los tomos tienen más de un metro de envergadura y cuesta levantarlos. Son la partida de nacimiento de la moderna egiptología. “Pero lo que hemos encontrado no es una edición cualquiera”, precisa el embajador de Egipto Ahmed Ismail al mostrarme por primera vez su hallazgo en una reunión de urgencia con el profesor Saleh hace doce días. “Fíjese bien. Se trata de la Edición Imperial del informe que Bonaparte en persona ordenó redactar a un grupo de científicos sobre Egipto. ¿Sabe usted lo que eso significa?”.
Asentí. Conocía ese informe por una razón muy especial: había sido una de las principales fuentes de información para La pirámide inmortal, mi última novela, en la que recreo los últimos días de Napoleón en el Nilo en el verano de 1799. Por eso el embajador se había puesto en contacto conmigo. Había leído en mi obra que Bonaparte pasó la noche del 12 al 13 de agosto de aquel año en el vientre de la Gran Pirámide justo antes de ordenar la preparación de la Descripción que ahora tenía frente a mí.
“Dígame, ¿qué le parece?”, insistió. No me resultó fácil responder. Al sopesar aquellos tomos de dos siglos de antigüedad sabía que acababan de encontrar una de las obras colectivas más impresionantes jamás realizadas. 167 sabios -entre ellos 21 matemáticos, 17 ingenieros civiles, 13 naturalistas, 22 impresores, 10 escritores, 8 diseñadores, 4 arquitectos, 3 astrónomos…-participaron en su elaboración. Sus informes abordaron los más variados aspectos del país: desde su Historia antigua, a la cartografía, la descripción urbana de sus ciudades y pueblos, la zoología o la botánica.
“Las ediciones de este trabajo que había consultado en España eran todas más modernas. La Biblioteca Nacional, la Real, la del Museu Egipci de Barcelona o la del Instituto Bíblico Oriental de León sólo disponen de una versión posterior, la Panckoucke, impresa a partir de 1821 en volúmenes de menor formato y calidad. También son valiosos, pero menos. Y es que imprimir lo que ahora tenía en mis manos fue la mayor odisea tipográfica de su tiempo. Para acometerla se utilizaron seis imprentas diferentes -una de ellas se fabricó expresamente para el proyecto-, a las que se ajustaron 837 planchas en cobre que reproducían ruinas de templos y pirámides, mezquitas y hasta insectos o plantas. Por primera vez 74 de ellas se grabaron a color y se retocaron a mano. Sus mapas eran de una precisión pasmosa y la obra pronto se convirtió en el orgullo del Siglo de las Luces. Nunca antes ningún colectivo había elaborado una radiografía semejante de ninguna región de la Tierra. Y lo que era aún más significativo: cuando en 1809 se llevó a imprenta el primer volumen de la serie, Napoleón ordenó imprimir sólo mil copias, todas en papel de vitela, e incluso puso a trabajar a los mejores ebanistas de París para que elaboraran una serie limitada muebles-escritorio que protegieran los tomos que iban saliendo de las prensas. De aquel millar de copias se vendieron muy pocas. Casi nadie podía permitirse un lujo como aquel, así que el Emperador -que había preparado aquella operación para celebrar sus primeros diez años en el trono-terminó regalándolos a instituciones, amigos y miembros de las principales casas reales europeas. ‘Por eso, que uno de esos ejemplares, completo, esté en España y nadie lo haya sabido hasta hoy es algo que debemos reparar de inmediato’, sonrió el embajador. ¿Nos ayudará?”.
Pérdida irreversible
Me quedé un rato sin saber qué decir, pero enseguida nos pusimos en marcha. El Museo Arqueológico Nacional se puso a nuestra disposición de inmediato, también la embajada de Francia, y llegamos a tiempo para presentar aquel tesoro coincidiendo con la primera visita oficial del presidente de Egipto Abdelfatah Al Sisi a Madrid esta semana. Nuestro acto tuvo mucho de simbólico. La última vez que había “salido en los papeles” una Edición Imperial fue en 2011… y no precisamente por una buena razón. Durante las revueltas que derrocaron al gobierno de Hosni Mubarak, la sede de la Academia Científica (el antiguo Institut d’Égypte fundado por Bonaparte) fue asaltado e incendiado y su magnífica biblioteca destruida. Allí descansaba una de las apreciadas copias imperiales de este libro que quedó reducida a cenizas. La Unesco calificó el incidente de “pérdida irreversible para Egipto y para el mundo”. Quizá por eso presentar un nuevo ejemplar en Madrid tuvo algo de reparación.
Días antes de ser expuestos, en compañía del egiptólogo Nacho Ares primero y del director de la biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano Juan Antonio Yebes después, nos cercioramos del buen estado de salud de los tomos. “¿Tú sabes por cuánto se ha vendido la última Edición Imperial de la Descripción de Egipto?”, me tentó Yeves al examinarlos. “Christie’s de París subastó una en mayo de 2011 pormillón y medio de dólares“. Con él y un equipo de fotógrafos de Crónica regresamos al lugar donde se custodiaba la Descripción para hacer algunas averiguaciones más. Gracias al profesor Basem y a la secretaria del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, Almudena García, averiguamos que esa copia había entrado en España el 21 de junio de 1958 y que el valor que se le dio en su momento fue de “18.000”. “¿Dieciocho mil qué?”, pregunté. “No lo sabemos. Pueden ser pesetas, francos o libras, pero en este caso concreto los libros de registro no lo especifican”, nos respondieron.
Las prisas por mostrar este hallazgo en público han impedido despejar aún todas las incógnitas que rodean a este tesoro. El embajador Ismail, con buen criterio, consideró que era interesante darlo a conocer cuanto antes en un claro gesto de aperturismo y apuesta de su Gobierno por la cultura. “Creemos que esta maravilla pudo haber llegado a Madrid gracias al sueño de nuestro ministro de Educación más querido, el escritor Taha Hussein“, me sugiere el profesor Basem. “Creó el primer gran programa de alfabetización del país y fundó el Instituto Egipcio en Madrid en 1950. Estaba convencido de que serviría de puente entre las dos orillas del Mediterráneo. Un regalo como este encaja a la perfección con ese ideario… Pero no estamos seguros”, admite. “Como comprenderá, aún estamos deslumbrados por este hallazgo”.