La BNE expone ‘Camino de perfección’ de Teresa de Jesús

 

Teresa de Jesús. La prueba de mi verdad

Teresa de Jesús. La prueba de mi verdad

 

El manuscrito autógrafo ‘Camino de perfección‘ de Teresa de Ávila (1515-1582), procedente del Monasterio de Carmelitas Descalzas de Valladolid, se expone a partir del 27 de abril en la muestra ‘Teresa de Jesús. La prueba de mi verdad‘, que acoge la Biblioteca Nacional de España (Madrid) con motivo de la conmemoración del V centenario de su nacimiento.

 

A finales de 1562, y después de la fundación del convento de San José de Ávila, Teresa de Jesús empieza a escribir un librito para las monjas, un códice que se guarda en la Biblioteca de El Escorial (153 hojas cuartilla) considerado el más antiguo de sus libros manuscritos. En 1569 escribe una segunda redacción más completa de 210 hojas que se guarda en las Carmelitas Descalzas de Valladolid y que se convertirá en la primera edición que se imprima de este libro en Évora, en 1583.

Camino de perfección es una obra sumamente didáctica, donde Teresa de Jesús expone cómo debe regirse la vida en el monasterio: los peligros que hay en esa vida colectiva y cómo deben evitarse; y el medio para andar por ese camino hacia la perfección que es la oración. En él describe el desasimiento necesario y el entrarse dentro de sí para lograr la oración mental, que es la forma de hablar con Dios, para no caer en la repetición mecánica de palabras cuyo sentido se desconoce o se olvida.

Alegato a la mujer

Teresa muestra a sus hermanas el camino para perfeccionar su vida y lo hace con belleza y claridad. No es de extrañar, por tanto, el alegato que hace en defensa de la mujer en 20 líneas borradas de la versión primera del Camino de perfección, la del códice de El Escorial, que logran en parte transcribir los editores Efrén de la Madre de Dios y Otger Steggink.

Tras decir: “Ni aborrecistes, Señor de mi alma, cuando andábades por el mundo, las mujeres, antes las favorecistes siempre con mucha piadad y hallastes en ellas tanto amor…”, añade: “y más fe que en los hombres, pues estaba vuestra sacratísima Madre, en cuyos méritos merecemos –y por tener su hábito– lo que desmerecíamos por nuestras culpas… el mundo honrábales… que no hagamos cosa que valga nada por vos en público, ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en secreto, sino que no nos habíades de oír petición tan justa. No lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia, que sois justo juez y no como los jueces del mundo; que como son hijos de Adán, y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa”.

 

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