EN EL DÍA DE LOS ARCHIVOS

Archivos. Para algunos es una palabra de poco significado. A lo sumo, un montón de papeles viejos que deberían ir a la basura.

Otros los guardan por nostalgia, para conservar recuerdos familiares. Estados y gobiernos los han acumulado históricamente con muy variados fines, entre ellos el de informarse sobre los gobernados para regir sus destinos. Sin embargo, los archivos tienen vida propia y sirven también para cuestionar el comportamiento de los poderosos, incluidos los gobernantes.

Para los historiadores, los archivos son la fuente misma del oficio. Ejercen una misteriosa “seducción” examinada por Arlette Farge, para quien su atractivo “implica un viaje itinerante a través de las palabras de otros”, no solo para rescatar el pasado sino para anclar nuestras conversaciones sobre los dilemas de la humanidad (The Allure of the Archives, 2013).

El libro de Farge ofrece un relato exquisito sobre la relación especial que tienen los historiadores con los documentos en los archivos: “Tan pronto como empiezas a leer, te asalta una impresión de la realidad que ningún texto impreso, por desconocido que sea, puede darte”.

Su libro no es un simple manual de cómo sumergirse en los archivos. Es más bien un relato de la maravillosa fascinación de la historiadora con los documentos que le dan sentido a su tarea.

Su experiencia ha sido sobre todo en los archivos judiciales, que le permitieron a Farge estudiar, entre otros temas, las opiniones populares en momentos en que se cocinaba la Revolución francesa en un libro magistral (Subversive Words, 1994). Farge observa cómo en tales archivos sus récords se produjeron por “razones distintas” de otros documentos históricos, como diarios personales o autobiografías.

Lo que registraron los funcionarios de la policía parisina en sus reportajes de conversaciones en bares y cafés o en interrogatorios sirve para otros propósitos en la tarea de los historiadores. En el caso de Farge, para reconstruir las ideas populares sobre el antiguo régimen cercano a su destrucción.

Que los archivos les hacen jugadas a quienes produjeron sus documentos lo ilustra muy bien el destino de los récords de la Stasi, la policía secreta de Alemania Oriental. Así lo mostró Timothy Garton-Ash en The File, donde Garton-Ash visita sus archivos tras el derrumbe del muro de Berlín para descubrir quiénes lo espiaban en sus años de estudiante. Decide entonces entrevistar a quienes habían seguido sus pasos, ofreciéndonos un relato fascinante de sus vidas.

Para que los archivos tengan verdadero significado histórico, advierte Farge, los investigadores deben someterlos a constante escrutinio. Nunca son reflejo incuestionable de la realidad ni representación simple del pasado: Los archivos, nos dice, “siempre preservan un número infinito de relaciones con la realidad”. Los archivos tienen “exceso de significados”. Quienes se acercan a ellos deben hacerlo con una paciencia y meticulosidad que Farge describe de forma ejemplar.

Su libro no es un simple manual de cómo sumergirse en los archivos. Es más bien un relato de la maravillosa fascinación de la historiadora con los documentos que le dan sentido a su tarea. Y con el proceso creativo que la acompaña. En las interacciones con los archivos, “un nuevo objeto es creado, una nueva forma de conocimiento adquiere forma, y un nuevo archivo emerge” de este proceso.

Hoy 9 de junio se celebra el Día Mundial de los Archivos, proclamado por el International Council of Archives, organización creada con apoyo de Unesco en 1948. He querido dedicar este espacio para destacar el enorme valor que los archivos tienen para el oficio del historiador. Pero la función de los archivos va mucho más allá de sustentar la disciplina histórica.

Importa reconocer su enorme valor para la construcción de sociedades libres, justas y democráticas.

FUENTE:https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/eduardo-posada-carbo/en-el-dia-de-los-archivos-columna-de-eduardo-posada-carbo-776119

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