Estamos inmersos en una era postmoderna de discusiones teóricas. En verdad, el postmodernismo ha incrementado su influencia en casi todas las disciplinas. La Ciencia Archivística ha replanteado el rol del archivista y, en los años recientes, la más importante característica de la profesión archivística es la búsqueda de una identidad y el logro de una aceptación pública como profesión socialmente significativa.
La observación de la actividad cotidiana en los archivos, la lectura y uso de los instrumentos elaborados por los archivistas para el manejo de sus fondos documentales, transmiten al lector no profesional, interesado por estos asuntos una impresión confusa. Frente a la realidad de las bibliotecas, los archivos aparecen muy diferentes, no sólo a causa de la naturaleza de los materiales que conservan sino, sobre todo, al estilo de trabajo impuesto a lo largo de los años por los profesionales que en ellos desarrollan su vida activa.
Un archivista puede decidir, y de hecho determina, la imagen de su repositorio ante la propia administración, ante los investigadores y el público en general. Es curioso como los archivistas hacen los archivos a su medida. Los intereses de los responsables de los archivos han definido los instrumentos de descripción que se han creado. En este siglo parece conveniente examinar cuál ha sido la trayectoria de nuestros archivos en este campo y reflexionar sobre el futuro de la labor descriptiva en los mismos, por cuanto su calidad y eficacia están en relación estrecha con el valor del archivo como institución social.
Actualmente, la transparencia en el acceso a los documentos oficiales ocupa un rol muy significativo. Lo valioso es demostrar la necesidad de desarrollar métodos para hacer más accesibles los archivos a fin de cumplir con las leyes de acceso a la información.
Un gran problema con el crecimiento exponencial de la información perteneciente a los archivos es, ahora, cómo administrarlos correctamente; cómo llevar a cabo los procesos y controles que permitan eliminar los documentos que ya no son útiles, así como las transferencias a un archivo general o histórico de aquellos documentos digitales que requieren preservarse a largo plazo. La solución a este problema no es el simple almacenamiento de información digital en dispositivos electrónicos. Los archivos digitales presuponen e imponen un conocimiento y habilidades inéditas por parte de los responsables de los mismos, con el fin de garantizar su autenticidad y preservación a largo plazo. Estos son los retos actuales de nuestra profesión.
Cada archivista debe ser consciente de su función social y del papel que juega dentro de la sociedad, cuyas reglas debe respetar. Es responsable, ante ésta, de la conservación y preservación del patrimonio archivístico; es decir, de las pruebas y evidencias producidas por las distintas instituciones. Debe velar por la transmisión de la memoria social a las generaciones futuras. Justifica esta postura la importancia y trascendencia adquirida por la profesión de archivista que, no obstante, en la Argentina y en América Latina no siempre se visualiza en este sentido.
Los archivos cumplen un papel importante en la sociedad en la medida en que su función cultural pueda desarrollar nuevas ofertas, nuevos productos y servicios, atractivos para el consumo de una parte de la misma en el mundo globalizado en que nos encontramos inmersos. Esto va a depender de la capacidad de dar respuesta a las peticiones de todo tipo de usuario, sin distinción alguna, y de propiciar nuevas acciones, más allá de las exposiciones y publicaciones divulgativas tradicionales.
La superación de la demasiado frecuente situación de “marginalidad” e indiferencia respecto de los archivos tiene que pasar por su conversión en unidades de servicio vinculadas al hecho cultural, lo que no supone romper su íntima relación de servicio a la administración que le dio origen, ni abandonar su vertiente científica vinculada a la organización y descripción de la documentación.
Las nuevas posibilidades creadas por el fácil y generalizado acceso a la información digital afectan, de diversa manera, la forma en que nuestras sociedades están organizadas. La rapidez con la cual la información es producida, la disponibilidad de medios extensivos de distribución y el libre acceso a ella, llevará a la aparición de nuevas actividades económicas y a la radical reestructuración o, aún, a la desaparición de otras. |