La familia recibe la Reparación Personal del valenciano Francisco Roca Pallardó, que rescató la imagen del siglo XV y a 5 compañeros en el terrible incendio de 1936, pero que fue encarcelado y condenado al exilio por su ideología
El Gobierno de España, en concreto la vicepresidenta Carmen Calvo, acaba de notificar la Declaración de Reparación y Reconocimiento Personal a la familia de Francisco Roca Pallardó, bombero valenciano que participó en la salvación de la venerada imagen de la Mare de Déu y de sus joyas en el terrible incendio del 21 de julio de 1936 en la catedral, la basílica y el Palacio Arzobispal. La también ministra de Memoria Histórica ha expedido este título honorífico en favor de este hombre, que pese a que puso en peligro su vida para rescatar la histórica talla del siglo XV y a 5 compañeros, que se habían quedado atrapados entre las llamas en el Palacio Arzobispal, fue depurado, juzgado y encarcelado por el Régimen franquista a partir de 1940. Solo por ser republicano y aunque ni siquiera militó nunca en ningún partido de izquierdas.
Esta figura ha sido puesta en valor ahora por el trabajo desarrollado por sus familiares, en especial su nieto Adán Fernández Roca, y fue objeto de un emotivo homenaje el año pasado, el 8 de marzo, Día de los Bomberos, por parte del concejal socialista Aarón Cano y el Cuerpo de Bomberos de València, a instancias del Grupo de la Memoria Histórica que preside en la Comunitat Valenciana Matías Alonso.
El caso de Francisco Roca cobra especial relevancia ya que jugó un papel fundamental en el salvamento de la talla de la Geperudeta anteponiendo su ideología republicana a otras cuestiones. Sin embargo, en 1940, cuando ya las tropas franquistas tomaron València, el pleno del 23 de marzo, lo suspendió -como ocurrió con un notable número de compañeros- de empleo y sueldo durante 9 meses, y lo inhabilitó para ejercer su trabajo como funcionario. Además, tal como relata su nieto Adán Fernández, pese a haber colaborado en la extinción del incendio de la catedral y del Palacio Arzobispal, y de haber recuperado valiosas piezas y cuadros, el régimen franquista lo sometió a un juicio sumarísimo que lo condenó al exilio y lo apartó de su carrera profesional. De nada sirvió, apunta Matías Alonso, que prestase un servicio tan importante a la València franquista «porque fue detenido, encarcelado y a punto estuvo de ser fusilado». De hecho, no le libró de la muerte su heroicidad en el siniestro de la catedral sino la intermediación de una marquesa que le debía un favor y que intercedió por él. Al final, fue liberado de la prisión pero deportado a 300 kilómetros. Allí a Madrid, se fue Francisco con su esposa Matilde Seguí Espinosa, donde residió durante la Dictadura hasta que cumplió «su pena» y pudo volver para instalarse en Xirivella y luego en València.
Tal como consta en la Declaración de Reparación y Reconocimiento Personal firmada por la vicepresidenta Carmen Calvo, Francisco Roca Pallardó «padeció persecución por razones políticas e ideológicas en la dictadura» y «fue condenado a la pena de 6 años y un día de prisión mayor por un supuesto delito de excitación a la rebelión militar en sentencia dictada el 24 de abril de 1940 por el Consejo de Guerra Permanente número 2 de València».
El 21 de junio de 1941 se le concedió la libertad condicional con destierro y se produjo su licenciamiento definitivo el 22 de julio de 1945. Ha sido ahora, el 1 de marzo de 2021, cuando se ha emitido la Declaración de Reparación en virtud de la Ley de Memoria Histórica de España, por la que se reconoce a quienes padecieron persecución o violencia en la Guerra Civil y la Dictadura.
Un aspecto clave de la intervención de Roca Pallardó en el siniestro provocado por una turba enfurecida en julio de 1936 fue que se presentó «fuera de servicio, con su propio camión y con herramientas que él mismo se había fabricado junto a otros compañeros voluntarios en el incendio del Palacio Arzobispal». «Al parecer -señala su nieto- conocía bien ese edificio y su intervención fue determinante» para salvar a los compañeros y esos bienes religiosos. Hay constancia documental de que al final del día, la imagen de la Geperudeta, muy dañada por las llamas, fue transportada con un camión de aperos hasta el ayuntamiento por orden del entonces alcalde José Cano Coloma, lo que cuadra perfectamente con el relato de Adán Fernández.
El nieto ha logrado reunir -con gran esfuerzo- documentos relevantes en los que se demuestra, con certificados datados en mayo y abril de 1940, y firmados por varios funcionarios de la sección de Bomberos e incluso por compañeros, que su abuelo participó junto a otros colegas en el salvamento de la patrona además de que libró de las llamas los restos del General Elías, el escudo del Rey Jaume I, los cuadros del Palacio Arzobispal y las joyas de la Virgen. Toda esta documentación en la que se le califica de «hombre de bien» y «héroe» no le sirvió para que el régimen franquista lo absolviese y le permitiese vivir con normalidad. «Fue desterrado, apartado de su condición de funcionario público y solo después de muchos años pudo volver a València para rehacer su vida», lamenta su descendiente, «orgulloso» de que 81 años después, su pariente haya recibido parte del gran honor que merece.