Exposición “En femenino. En la sombra” Archivo de la Diputación de Albacete.1-30 marzo

“En femenino. En la sombra” desea mostrar algunos trazos de la huella de la mujer a lo largo de la Historia. Una galería fotográfica que nos conecta con nuestra remota memoria, miserias, triunfos, luchas, sacrificios y ternuras. No se trata de destacar grandes nombres de pintoras, científicas o poetas. Se pretende homenajear a la mujer anónima, la del pueblo, noble, burguesa o campesina.

En este largo recorrido histórico de invisibilidad hemos querido destacar cómo, en períodos de crisis, la mujer ha realizado tareas consideradas masculinas en la industria armamentística, espionaje, ingeniería y cómo, tras el enfrentamiento, se la ha devuelto a casa, a las tareas domésticas, a un sector económico considerado improductivo. En otras palabras, se inculcaba la vocación femenina hacia la maternidad y el cuidado del hogar como máxima aspiración de las mujeres, independientemente del nivel académico que hubiesen adquirido y de su capacidad intelectual, profesional y personal.

Las mujeres hemos hecho nuestra revolución generación tras generación; en ocasiones cumpliendo con lo que se esperaba de nosotras, en otras mediante el enfrentamiento e inversión de los valores que teníamos asignados y, en todo caso, arañando cachitos de libertad. Esta subversión a las normas establecidas ha conseguido que hoy, nosotras, estemos incorporadas al mundo laboral con el reconocimiento legal de nuestros deberes y derechos, formando parte de una sociedad más equitativa y justa, pese a que aún quede un largo camino por recorrer.

Queremos destacar que el trabajo fuera del ámbito familiar, el llamado productivo, no era una decisión de la mujer como no lo era la gestión de su patrimonio personal, sino del varón del que dependían: padre, hermano, hijo o esposo; solo las viudas, autorizadas a seguir con el negocio, solteras o religiosas podían administrar sus propios bienes. En el origen de esta situación se entremezclan motivos médicos, religiosos y sociales, como el mantenimiento de los mayorazgos o las teorías sobre las medidas craneales y darwinistas, métodos que justificaban la inferioridad femenina y que argumentaban que la mujer era un hombre en estado primitivo de evolución, defendiendo que la inteligencia existe en razón inversa a la capacidad reproductiva.

Las mujeres siempre hemos tenido encomendado el cuidado y vigilancia del bienestar familiar; por ello, pese a que existían médicos formados en universidades y a los que recurrían las clases altas, la mayor parte de la población, la de menor poder adquisitivo, recurría a las herbolarias, parteras o hechiceras. En sentido contrario, las características socialmente atribuidas a la feminidad como la delicadeza, la ternura o la debilidad, son consideradas contrarias a la virilidad, representada tradicionalmente por algunas profesiones como el toreo y las fuerzas de seguridad del estado. La presencia de las mujeres en los toros se remonta al siglo XVIII, aunque es probable que haya habido lidiadoras con anterioridad; no obstante, su actividad se consideraba indecorosa y, en 1908, el gobierno presidido por Antonio Maura prohibió el toreo femenino a pie, prohibición que, con el breve lapso de la II República, continuó vigente hasta 1974. Es curioso señalar el caso de María Salomé Rodríguez, La Reverte, que recurrió la Real Orden de 1908 alegando que la privaban de su derecho a torear; al serle denegada la autorización, debutó con el nombre de Agustín Rodríguez.

En España, las mujeres se incorporaron a la policía tras la Guerra Civil, trabajando en puertos y aeropuertos a partir de 1948. La Ley de 22 de julio de 1961, sobre los derechos políticos profesionales y de trabajo de la mujer, prohibía su pertenencia a los institutos armados y cuerpos, servicios y carreras. A partir de 1970, con las primeras guardias urbanas de Córdoba, la mujer se ha ido incorporando a los cuerpos de seguridad del estado; en 1979 a la Policía Nacional las primeras agentes y, en 1988, a la Guardia Civil.

Hasta la primera mitad del siglo XX la mano deobra femenina e infantil era un complemento indispensable para equilibrar el presupuesto familiar. Las mujeres ejercían una amplia variedad de oficios, aunque predominaban el servicio doméstico, la confección y reparación de vestidos (modistas, costureras, tejedoras) y la industria textil. Encontramos jornaleras,molineras, taberneras, mandaderas, aguadoras, lavanderas, planchadoras, vendedoras y tenderas, panaderas o confiteras, amas de llaves, institutrices y doncellas. De todos estos trabajos, son de especial penuria los
de aguadoras y lavanderas, considerados por las demás criadas como denigrantes. Eran desarrollados mayormente por mujeres solteras, lo que hace pensar en el carácter transitorio de este trabajo, transitoriedades derivadas de su propia dureza y de la nula estima social de la que disfrutaban.

Con el ánimo de destacar las dificultades a las que el género femenino ha debido enfrentarse, esta
exposición se ha diseñado estructurándola por temas, en los que se destaca que, pese a luchar en contra del viento, a su constreñimiento físico por modas y costumbres absurdas e invalidantes, a su supuesta inferioridad intelectual y su natural predisposición hacia el cuidado de niños y ancianos, las mujeres han sabido luchar contra estos estereotipos ocupando el lugar que en justicia les corresponde en nuestra sociedad. Todo ello sin olvidar a las mujeres que hoy en día siguen oprimidas y sometidas a practicas deleznables como la ablación y explotadas física y moralmente.

 

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