Niaros V, Kostakis V, Drechsler W. Making (in) the smart city: The emergence of makerspaces. Telematics and Informatics 2017;34(7):1143–52. Available from: http://dx.doi.org/10.
Este artículo investiga el potencial de creación de comunidades, aprendizaje e innovación de los makerspaces con el objetivo de explorar su papel como vehículos de transformación social impulsada por los ciudadanos.
Una visión alternativa para la ciudad inteligente puede ser posible a través de un enfoque orientado a lo común, orientado a la democratización de los medios de producción. El principio básico de este enfoque anima a los ciudadanos a participar en la creación de soluciones de forma colectiva en lugar de limitarse a adoptar la tecnología propietaria. Además de las conexiones virtuales observadas en varias iniciativas de economía colaborativa, los makerspaces pueden ser los nodos físicos de una cultura colaborativa. En este contexto, los makerspaces pueden verse como espacios en los que la gente puede participar en el desarrollo de la tecnología para una vida urbana más democrática y sostenible, que no quede subsumida a los dictados del crecimiento económico.
Se utilizan enfoques críticos del concepto de ciudad inteligente para empezar a destacar las promesas de los makerspaces, es decir, aquellos lugares urbanos emergentes que promueven prácticas de intercambio, ejercen formas de gobernanza basadas en la comunidad y utilizan tecnologías de fabricación locales. Se ofrece una visión general de la historia de los makerspaces que se remonta al movimiento hacker. A partir de fuentes secundarias, se analiza brevemente su potencial de creación de comunidades, aprendizaje e innovación. En este ensayo se argumenta que los espacios de creación pueden servir como centros y vehículos para la transformación impulsada por los ciudadanos y, por tanto, desempeñar un papel clave en una visión más inclusiva, participativa y orientada a los ciudadanos de la ciudad inteligente.
La urbanización es una tendencia de nuestro tiempo, con la mayor parte de la población humana a nivel mundial viviendo en ciudades; una tendencia que no hace más que aumentar. Las ciudades son centros económicos que, a través del consumo masivo de recursos, provocan un fuerte impacto medioambiental, así como conflictos y disputas sociales. Esto crea la necesidad de nuevas conceptualizaciones para una ciudad que sea capaz de abordar los problemas actuales de forma más imaginativa, inclusiva y sostenible. En este contexto, ha surgido el término “ciudad inteligente”. Sin embargo, este concepto es, como mínimo, vago, ya que no existe una plantilla única para enmarcarlo ni una definición única para todos.
La idea de “ciudad inteligente” ha cristalizado en una imagen de utopía urbana dirigida por la tecnología e impregnada de infraestructuras tecnológicas controladas centralmente, con el objetivo de mejorar el entorno urbano en términos de eficiencia, seguridad y sostenibilidad. Mediante la instalación de innumerables sensores inalámbricos y la utilización del IoT, las tecnologías de red/compartidas instaladas suelen tener como objetivo una mejor gestión de la energía y de la basura; la reducción del consumo de agua; la mejora de la movilidad de los ciudadanos; y la prevención de la delincuencia.
A veces se dice que la ciudad inteligente no tiene en cuenta a los ciudadanos. De ahí el auge de los bienes comunes colaborativos, es decir, de los recursos compartidos, a través de los “makerspaces” urbanos; espacios abiertos dirigidos por la comunidad en los que los individuos comparten recursos y se reúnen regularmente para colaborar en proyectos creativos orientados a los bienes comunes, normalmente utilizando tecnologías de software y hardware de código abierto. Gracias a la intersección de las tecnologías digitales y la vida urbana, han surgido varias iniciativas que intentan eludir la dependencia de las empresas privadas o los gobiernos para proporcionar soluciones. Personas de diferentes orígenes y objetivos tienen acceso a las herramientas de creación de prototipos en los makerspaces, lo que les permite colaborar para producir soluciones a pequeña escala para los problemas de la vida cotidiana. Producen sus propias soluciones en lugares de co-working que pueden recibir diversos nombres como microfábricas, hackerspaces, fablabs o media labs y otros. En este trabajo, algunos de estos términos se emplean en varias etapas, pero el término “makerspace” se utiliza como paraguas para todos ellos. Las principales razones por las que la gente utiliza los makerspaces son la socialización y el aprendizaje. Por lo tanto, los makerspaces pueden ser plataformas que cultivan relaciones y redes, construyendo capital social, es decir; es decir, auténticas redes sociales de apoyo, confianza y reciprocidad.
Por lo tanto, el potencial de aprendizaje de estos espacios, junto con los entornos de aprendizaje abiertos; el aprendizaje basado en proyectos; la experimentación informal ; y la colaboración entre iguales pueden motivar el aprendizaje social y la implicación personalizada de los participantes. De esta manera, los makerspaces han generado recientemente mucho interés en diversos círculos educativos como bibliotecas y museos, que han creado espacios con el objetivo de potenciar la actividad creativa, el intercambio de recursos y el compromiso activo con la fabricación, los materiales, los procesos y las ideas en relación con sus colecciones y exposiciones.
Sheridan et al., en su estudio de tres makerspaces, concluyen que, como espacios educativos, permiten a los makers implicarse en “participar en un espacio con diversas herramientas, materiales y procesos; encontrar problemas y proyectos en los que trabajar; iterar a través de los diseños; convertirse en miembro de una comunidad; asumir funciones de liderazgo y enseñanza según sea necesario; y compartir creaciones y habilidades con un mundo más amplio” Por lo tanto, los makerspaces, reconocidos como lugares de creación de comunidades, creatividad y aprendizaje, los makerspaces podrían cambiar las reglas del juego hacia nuevas formas de espacios educativos e innovación (social). En los “makerspaces” la gente innova y aprende junta fabricando cosas y utilizando la web para conectarse globalmente y compartir diseños, tutoriales y códigos.
También, los Makerspaces se consideran a menudo centros que pueden actuar como incubadoras tanto de el desarrollo de la innovación como del espíritu empresarial. Varios emprendimientos innovadores y empresas de nueva creación han surgido a través de los makerspace. La red de Public Lab ha producido en colaboración productos de bajo coste, de código abierto y apoyados por la comunidad, como el sistema de monitorización de la calidad del aire en interiores Roomba, el sistema de monitorización del agua Riffle, el sistema de monitorización Dustuino y espectrómetros de sobremesa y móviles. También, el proyecto Open Access Control comenzó en el makerspace estadounidense 23b Shop para satisfacer la necesidad de un control de acceso electrónico personalizable y de bajo coste en el makerspace. Después de construir un primer prototipo que funcionó con éxito, se encargaron varias placas comerciales a Flashline Electronics. Otra iniciativa orientada a las ciencias de la vida es Backyard Brains, que surgió en el makerspace estadounidense All Hands Active. Esta empresa emergente cuenta con una serie de productos novedosos de código abierto, como la Spikerbox, que utiliza invertebrados para ayudar a aprender cómo funcionan las células del cerebro para comunicarse.
Como afirma Lindtner y otros, en definitiva, los makerspaces no deberían considerarse simplemente como lugares de experimentación con tecnologías de fabricación locales, sino como lugares “donde la gente experimenta con nuevas ideas sobre las relaciones entre empresas, diseñadores y consumidores”
También hay numerosas infraestructuras tecnológicas que se han desarrollado en los makerspaces en respuesta a determinadas necesidades de la comunidad, que se comparten abiertamente, independientemente de que conduzcan o no a la comercialización de nuevos productos o servicios.
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FUENTE: JULIO ALONSO ARÉVALO