Alfabetizar en tecnologías sociales para la vida diaria y el empoderamiento

Alfabetizar en tecnologías sociales para la vida diaria y el empoderamiento

Tomás Saorín y José-Antonio Gómez-Hernández
Grupo Thinkepi

Introducción

Existe el riesgo de limitar los servicios de alfabetización informacional (en adelante ALFIN) si los centramos sólo en lo  instrumental. Además, los contenidos de los servicios de ALFIN deben ser evolutivos, abiertos y  contextuales, deben adaptarse  a las cambiantes necesidades de individuos y grupos, a las situaciones de éstos, para generales oportunidades y respuestas.  Es importante prestar mucha atención a qué enseñamos y para qué, además, por supuesto, de innovar en las formas de organización o los métodos de enseñanza-aprendizaje de las competencias informacionales.

En el marco de las bibliotecas públicas, los servicios de ALFIN están creando experiencias en dos sentidos  que destacamos por su potencialidad para definir nuevas formas de utilidad y valor. Por un lado, se ha arriesgado en proyectos para la generación de contenidos locales colaborativos (González, 2011; Gómez y Saorín, 2012), que empezaron en Chile con Biblioredes y siguieron sobre todo en el Plan ALBA de Andalucía. Por otro lado, hay muchas acciones concretas para reducir la brecha social y digital, trabajando en  competencias relacionadas con la empleabilidad, las competencias lingüísticas en idiomas extranjeros o la formación entre iguales. Son temas que han tratado muchos bibliotecarios y profesionales comprometidos con el papel social de los servicios públicos de cultura y educación.

Pero en esta nota queremos resaltar además el interés de enseñar y promover la utilización de ciertas tecnologías que forman parte de ese cóctel de recursos que pueden conducir a la  mejora de la calidad de vida en lo material y en lo relacional. Se les aplica la etiqueta “tecnologías sociales”.

Cuando hablamos de éstas solemos pensar en “redes sociales” y en algunas de sus finalidades más conocidas (reunir y compartir información; colaborar, agregar y distribuir  contenidos). Pero en esta Nota queremos más bien poner el foco en otras, las relacionadas con la acción colectiva y la colaboración orientada a fines sociales y personales, como las que identificaron los expertos del Future Trends Forum (Weigend; Dias; Chow, 2012), y que tienen que ver con el consumo colaborativo, el activismo social e incluso la actividad económica:

  • Compartir opiniones y encontrar consejo
  • Llamar a la acción y realizar convocatorias
  • Hacer operaciones comerciales como comprar y vender

Describiremos algunas formas en las que la ALFIN se puede dirigir a enseñar esas aplicaciones para resolver necesidades cotidianas y cívicas de individuos y colectivos. Necesidades que son sólo en parte informacionales, en la medida en que la información y la comunicación son parte significativa de toda actividad social, o usando la metáfora de Shirky (2010), “el tejido conjuntivo” de la propia sociedad.

1. La “vida diaria”: de la rutina al empoderamiento

Hablar de tareas cotidianas que hacemos con tecnologías de la información  nos lleva a ejemplos elementales como ser capaces de rellenar un formulario, operar con nuestro banco, compartir fotos con nietos, leer el periódico, comprar online entradas para el teatro, comparar precios antes de cambiar de lavadora o pedir cita en el centro de salud….

Sin embargo, los ciudadanos podemos ser actores sociales en sentidos más ricos y complejos que los mencionados: tenemos necesidad de opinar, compartir, crear vínculos, presionar, disentir, organizar o apoyar. El aprendizaje a lo largo de toda la vida no es sólo para rellenar los formularios adecuados, sino para producir ciertas formas de cambio social. ¿Podemos incluir en los servicios de ALFIN estos contenidos?.

Responderemos que sí, pues las competencias digitales se conectan con la ciudadanía y la participación: en el Marco europeo de competencias para el aprendizaje permanente (Parlamento Europeo, 2006) se citan dos, las “competencias sociales y cívicas” y el “sentido de la iniciativa y espíritu de empresa”, en las que están presentes aspectos del ciudadano como consumidor y como motor de cambio, y las competencias digitales tienen efectos transformadores sobre ellas. Y en el Informe DIGCOMP para la Comisión Europea Framework for Developing and Understanding Digital Competence in Europe, para el área de Comunicación encontramos la competencia “Engaging in online citizenship“, cuyo dominio implica que la persona “knows that technology can be used for engagement in democratic actions (e.g. lobbying, petitions, parliament)” (Ferrari, 2013).

Estas dos referencias, entre otras muchas,  justifican la inclusión en los programas de ALFIN de estos contenidos,  que ayudan a solventar de modo relacional problemas o necesidades, que pueden ser de carácter económico, educativo, familiar, grupal o ciudadano. Algunos problemas serán prácticos o funcionales, y otros tener un alcance más de transformación social. Y para los que nos podemos aprovechar de las posibilidades de algunas tecnologías y proyectos digitales cooperativos.  Algunos ejemplos:

  • ¿Queremos influir socialmente para que se tomen decisiones políticas y sociales más justas, o evitar las que se toman de forma autocrática por las administraciones?
  • ¿Podemos apoyarnos en la ayuda económica de otras personas para emprender una proyecto o iniciativa?….
  • ¿Podemos aprender juntos en una comunidad de práctica o grupos de ayuda mutua?
  • ¿Podemos ahorrar en gasto eléctrico contratando cooperativamente nuestra energía de casa?
  • ¿Podemos hacer juntos libros de texto de acceso abierto que permitan acceder y aprender sin coste los contenidos curriculares?
  • ¿Consumimos de forma inteligente compartiendo con otros la información y las decisiones de compra y elección?
  • ¿Tenemos que alojarnos en otra ciudad a muy bajo coste?
  • ¿Tenemos que viajar y podemos compartir con alguien coche para ahorrar o reducir nuestra acción contaminante?

Quizás sea fácil introducir a nuevos grupos de usuarios en estas herramientas que mejoran la vida diaria, que parten de las posibilidades participativas de las redes sociales, pero sobre todo que se basan  en una visión del mundo en la que están presentes valores como la solidaridad, la cooperación, o la igualdad. Con este enfoque, las tecnologías de la información se van convirtiendo en tecnologías del empoderamiento, el aprendizaje, la participación y la cooperación. Un tipo de apropiación que convierte las “TIC” en “TEP” (Tecnologías para el empoderamiento) en expresión de Dolors Reig (2012). Se trata de que los aprendizajes se pongan en práctica y activen su potencial de transformación, que activen la necesaria dimensión colectiva que tienen en su núcleo.

“Empoderar” (1), así como su acción y efecto, el “empoderamiento”, son términos que se usan mucho en el contexto de la acción social con colectivos y poblaciones en riesgo. Y especialmente en la cooperación internacional y la ayuda humanitaria. Su significado tiene que ver con autonomía personal y cambio de valores, acceso y control de los recursos económicos y sociales, así como con participación sociopolítica e influencia. Aunque su definición es “hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido”, nosotros podemos conformarnos con “aportar  medios” para que, mediante su autogestión, mejoren las condiciones de vida. Implica desarrollar y saber usar capacidades para defender objetivos y  ganar poder individual y colectivo en el proceso. Ese “poder” también se manifiesta en alternativas a las instituciones y empresas, en formas de voluntariado y ayuda mutua. En este sentido escribía Blanca San José Montano que el empoderamiento, además, ha ampliado su campo de acción más allá de los clásicos colectivos vulnerables y que “supone una magnífica herramienta para robustecer la adaptación al cambio en el contexto social, por medio del aprendizaje continuado a lo largo de la vida” (2013).

Proponiendo esto no estamos afirmando nada que no se supiera ya; estamos proponiendo ofrecer desde las bibliotecas pistas prácticas sobre tecnologías concretas que pueden ahora ser útiles en esa dirección y en qué tipo de actividades pueden encajar. Hablamos, como en el Plan de formación digital avanzada de Euskadi,  de “bibliotecas que dinamizan la comunidad”.

Y  para enseñarlas proponemos por coherencia usar metodologías participativas, basadas en compartir con los usuarios y entre ellos  experiencias o casos de uso, en el marco de talleres donde el diálogo  sea fundamental. Así se debatirá sobre pros y contras, finalidades, dificultades, expectativas… La biblioteca puede actuar como dinamizador de personas que comparten cosas que les funcionan, a modo de formación y recomendación entre iguales, generando conversaciones que, partiendo de las herramientas, pueden incorporar otros contenidos sobre consumo responsable, aprovechamiento de recursos y redes de colaboración comunitaria. Podría intentarse que los ciudadanos participaran no solo en el intercambio de experiencias sino en la selección y planificación de algunos temas, y también facilitar formación intergeneraciona. Pueden ser la mayor parte de las veces presenciales, pero también aprovecharse de servicios para seminarios online, como WizIQ, que usan comunidades de práctica y aprendizaje.

2. Las tecnologías sociales como herramientas para empoderar usuarios y colectivos

En el sentido que estamos tratando aquí, se habla de las tecnologías sociales:

  • Como “tecnologías para la inclusión social”, que aúnan intereses ciudadanos, ciencia y actuación pública, especialmente en zonas con grandes carencias de infraestructura, problemas ambientales o degradación urbana (2).
  • Como medios para gestionar de forma alternativa las estructuras democráticas y de gobierno, generando nuevas posibilidades representatividad, decisión y control de los asuntos públicos.  Aquí se vinculan a ciudadanía electrónica, democracia digital y buzzwords de ese estilo (3).
  • Como vías de conexión entre ciudadanos y expertos, co-producción y prototipado, cuando se usan en “laboratorios ciudadanos” (4).

Pero, si tuviéramos que comenzar a enseñar estas tecnologías sociales en programas de ALFIN  cercanos a lo que puede aportar una biblioteca en la trama ciudadana, ¿por cuáles empezaríamos?:

2.1. Vida diaria: consumo y ahorro

En primer lugar, con algunas que tienen que ver con la economía cotidiana, con ahorrar o conseguir ingresos complementarios. Nos relacionamos también con los demás en tanto consumidores con necesidades similares a las nuestras. Podemos hacer cosas de modo que consigamos efectos económicos, generando recursos para el desarrollo personal u otras cosas. Veamos algunos ejemplos (en entre otros muchos seleccionables) de webs en los que hay un beneficio inmediato gracias a la capacidad de Internet para dar gran escala a pequeñas interacciones y en las que el usuario puede ser tanto usuario y proveedor.

La realidad es que comprar ocupa buena parte de nuestras vidas, y si nos fijamos en lo que hacen las organizaciones de consumidores y usuarios, podemos animarnos a proponer en nuestros programas ALFIN servicios como éstos. Es posible que muchos usuarios no conozcan, no usen, infrautilicen, desconfíen o tengan dificultades con estas herramientas y tecnologías. Pero con explicaciones sencillas y talleres de discusión en que expliquemos y hagamos compartir a los propios usuarios sus experiencias de uso, podrán iniciarse.  Enseñar a ser un consumidor digital es importante, no tanto para consumir más, sino hacerlo mejor.

Para dar otro paso, hacia el usuario prosumidor, que comparte sus experiencias para crear valor colectivo, podemos añadir la enseñanza de algunos otros servicios web como:

En general, aprender a aportar éticamente valoraciones de servicios y a contrastar juicios de otros usuarios antes de contratar servicios, forma parte de las nuevas formas de construir la reputación digital y encontrar la confianza online.

2.2. Acción cooperativa por canales digitales

Llendo a otro nivel, más próximo a la organización de la acción colectiva, podemos dar a conocer y practicar con otras plataformas para el debate ciudadano, la selección de ideas, la organización de iniciativas o el mapeo de conflictos o el intercambio de servicios:

También sería interesante difundir el uso de plataformas de financiación colectiva o micromecenazgo, tanto por sus efectos directos para la puesta en marcha de proyectos, como por el aprendizaje de prácticas de transparencia en la gestión económica y procesos de decisión. Hay un buen número de sitios de estas características:

3. Alfabetizar para la innovación social

Estos enfoques encaminan la ALFIN al ámbito crítico y cívico. No se trata sólo de enseñar el uso de una herramienta, un procedimiento de búsqueda o un nuevo software, o elegir una fuente de información por un criterio puramente cuantitativo. Hay una asunción de valores, que no cuestiona la objetividad o neutralidad de los servicios de información, pero da oportunidades para acciones individuales o grupales que conducen a cambios que tienen repercusiones que cabría calificar como “políticas”. Pero eso no es criticable: cambios en las formas de participación política, en las formas de consumir o de vivir, que al final van en  línea con derechos como la igualdad de oportunidades, la participación democrática o la sostenibilidad. Nos parece positivo que los profesionales bibliotecarios incluyan y opten por estos contenidos formativos que “empoderan”.

Empoderar  se puede relacionar también con “emprender”. En una sociedad en la que se desploman los sistemas de apoyo, las seguridades económicas y las redes institucionales, el emprendimiento social es una cuestión a veces de supervivencia. Por eso queremos recordar aquí las reflexiones de Daniel Pimienta (2008), quien para superar la brecha digital  proponía un modelo de aprovechamiento de las tecnologías que culminara en el logro de la innovación social. Es decir, “que se lleguen a aportar soluciones originales creadas por la persona o la comunidad que contribuyan al desarrollo humano”.

Ya podemos seguir la pista a cierta bibliografía que trata de que las organizaciones no gubernamentales desplieguen su potencial de liderazgo social a través de nuevas fórmulas de gestión, comunicación y servicios (Rodríguez Blanco; Carreras; Sureda, 2012). No sólo las empresas innovan, también la sociedad civil (5). Por ello toda ALFIN orientada hacia los procesos colectivos y sociales, será aplicable en el marco de las organizaciones de todo tipo. Tiene, por lo tanto, también beneficios para la integración  laboral.

Reflexiones finales

Impulsemos estos contenidos en los servicios educativos, sabiendo también que no conviene caer en la utopía digital, esto es,  esperar que nos llegue de las tecnologías una “fuente automática de transformaciones sociales liberadoras” (Rendueles, 2013). Las tecnologías pueden dar oportunidades mediante su capacidad de conexión y transformación, pero son tan sólo una capa útil sobre un sistema social previo. Son las dinámicas de los grupos, los proyectos compartidos, los incentivos y el valor real generado, los que sustentan todo proceso socialmente significativo. Las tecnologías no son neutras y, con frecuencia, orientan en una dirección y no en otra la acción y la atención de las personas. Unir la apropiación pragmática de los medios tecnológicos con las estrategias participativas y de aprendizaje compartido es importante para depositar más capacidades y posibilidades en las comunidades, en el territorio y el tejido ciudadano.

Tengamos en cuenta igualmente que la información y el conocimiento son espacios  en los que se dirimen los desajustes sociales. Todo proceso educativo contiene una  semilla de contestación del status quo, y la activación de la lucha por los valores y el espacio público.  Por ello -y quizás algunos profesionales pueden verse reflejados por sus propias experiencias- hay que saber que cuando los resultados de una acción formativa organizada desde una biblioteca pueden producir una toma de conciencia activa y, por lo tanto, la contestación, la crítica o la resistencia frente a políticas  imperantes, se podrían producir tensiones con responsables jerárquicos de nuestras instituciones. Sobre este problema solo podemos decir que el profesional debe realizar una reflexión de su nivel de participación o implicación como facilitador informacional desde los presupuestos de la deontología y ética profesional. Debe comprender y en su caso argumentar las acciones realizadas, identificando con claridad sus deberes profesionales para con la comunidad de usuarios, separándolos de sus propios posicionamientos como ciudadano activo. No debe esperar a que prendan los problemas, sino contemplarlos con objetividad cuando participe en proyectos dirigidos a la comunidad, explicándose a sí mismo, y a su organización, los pasos realizados y las razones profesionales en que se sustentan.

Concluiríamos volviendo a resaltar el papel que pueden jugar las bibliotecas y servicios comunitarios acompañando y facilitando en los procesos de uso de los medios tecnológicos, puesto que sin educación no habrá cultura democrática en las prácticas colectivas de uso de la tecnología(Area Moreira, 2013).

Notas

(1) “Empoderamiento“ es término aceptado en español aunque estaba en desuso; la RAE lo reincorporará en su 23ª edición.  Es un ejemplo curioso de palabras que vemos renacer tras haber estado sepultadas en el olvido.  Pasa igual con “comunes”, si bien somos conscientes de que su despertar se debe al roce y al préstamo del pensamiento anglosajón (empowerment y commons).
(2) Como, por ejemplo, la argentina Red de Tecnologías para la Inclusión Social: http://www.redtisa.org/
(3) Vid. por ejemplo, Internet y el futuro de la democracia, de Daniel Innerarity y Serge Champeau (Paidós, 2012)
(4) Sitios como Medialab-Prado combinan pensamiento alternativo, reflexión abierta y experimentación informática, para generar  “ecosistemas de aprendizaje” y nuevas prácticas (Freire, 2011).  Vid. también Adolfo Estalella, Jara Rocha y Antonio Lafuente, Laboratorios de procomún: experimentación, recursividad y activismo, Teknokultura, (2013), 10-1, p 21-48, http://teknokultura.net/index.php/tk/article/view/121 . Y Jose Luis de Vicente, “Por qué necesitamos Laboratorios Ciudadanos (una bienvenida al Nuevo Medialab-Prado)”, El Cultural, 22-4-2013, http://www.elcultural.es/blogs/ondas-de-choque/2013/04/por-que-necesitamos-laboratorios-ciudadanos-una-bienvenida-al-nuevo-medialab-prado/
(5) Revisemos iniciativas que buscan el cambio organizacional, como en http://www.empodera.org o el libro Herramientas digitales para ONGs. Universidad Nacional de La Rioja (Argentina), 2013. http://libro-e.unlar.edu.ar/HDparaONG.pdf

Referencias

  • Area Moreira, Manuel (2013),  La alfabetización en la sociedad digital. En: Area Moreira, Manuel; Gutiérrez Martín, Alfonso;  Vidal Fernández, Fernando. Alfabetización digital y competencias informacionales. Fundación Telefónica, p. 3-42, http://www.fundacion.telefonica.com/es/arte_cultura/publicaciones/detalle/161
  • Ferrari, Anusca (2013) DIGCOMP: A Framework for Developing and Understanding Digital Competence in Europe. European Commission. Joint Research Centre. Institute for Prospective Technological Studies (Report EUR 26035 EN), http://ipts.jrc.ec.europa.eu/publications/pub.cfm?id=6359
  • Freire, Juan (2011) Tecnologías sociales y ecosistemas de aprendizaje, Conferencia TEDxUIMP,  http://www.youtube.com/watch?v=w7QOERmeG9s.
  • Gómez-Hernández, José-Antonio, y Saorín, Tomás (2011). Wikipedias y biblioteca pública. Participar en la información local digital a través de localpedias. Anuario ThinkEPI, 5, p. 78-84, http://eprints.rclis.org/15984/
  • González Fernández-Villavicencio, Nieves  (2011), Plan Alba de contenidos digitales locales. Propuesta de creación y desarrollo. Noviembre.http://eprints.rclis.org/17547/
  • Parlamento Europeo (2006). Recomendación del Parlamento Europeo y del Consejo de Europa sobre las competencias clave para el aprendizaje permanente (2006/962/CE). http://eur-lex.europa.eu/LexUriServ/LexUriServ.do?uri=OJ:L:2006:394:0010:0018:ES:PDF
  • Pimienta, Daniel (2008) Brecha digital, brecha social y brecha paradigmática. Concepto  y dimensiones. En: Gómez-Hernández, José-Antonio; Calderón Rehecho, Antonio ; Magán Wals, José Antonio (coords.). Brecha digital y nuevas alfabetizaciones. El papel de las bibliotecas. Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid , 2008, http://eprints.ucm.es/8224/
  • Reig-Hernández, Dolors (2012). Socionomía. Barcelona: Deusto Planeta.
  • Renduelles,  César. (2013) Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital, Madrid: Capitán Swing.
  • Rodríguez Blanco, Elena;  Carreras, Ignasi ; Sureda,  Maria (2012). Innovar para el cambio social: de la idea a la acción. ESADE,http://itemsweb.esade.es/wi/research/iis/publicacions/2012-InnovarParaCambioSocial-web.pdf
  • Rojas P., Alexis del Carmen (2012) La formación de los ciudadanos para el empoderamiento de la acción social, Educere, 16, núm. 55, p. 385-394
  • San José Montano, Blanca (2013). Los cibervoluntarios, el empoderamiento y las bibliotecas. CLIP, Boletín de SEDIC, 67, http://www.sedic.es/p_boletinclip67_sehablade.asp
  • Shirky, Clay (2010) Cognitive surplus: creativity and generosity in a connected age. Penguin Press. (Re-editado en 2011 con otro sugerente subtítulo  2011, How Technology Makes Consumers into Collaborators. Traducción al castellano como Excedente cognitivo: Creatividad y generosidad en la era conectada, Deusto, 2012)
  • Weigend, A. Dias, G.,  Chow, A. (2012) Tecnologías Sociales. El poder de las conversaciones en red. Fundación  para la innovación Bankinter (Capítulo 3, “El lado social de la tecnología: una biografía que se reescribe día a día”, p. 20-34, y 4, “La revolución silenciosa: nuevos movimientos sociales en la Red”, p. 35-56), http://www.fundacionbankinter.org/system/documents/8614/original/00FTF17Cast2.pdf
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