Por estas fechas de hace ahora 500 años, era descubierto el paso marítimo entre el Atlántico y el Pacífico, que conocemos como el Estrecho de Magallanes; el mérito le correspondió a una expedición castellana encabezada por Fernão de Magalhaes, marino portugués al servicio del rey de Castilla, que castellanizó su nombre como Fernando de Magallanes. Aquella expedición tenía como objetivo alcanzar las islas de las Molucas, conocida como islas de las Especias, un extenso archipiélago situado en la Indonesia actual, navegando hacia el Oeste. El Tratado de Tordesillas (1494), firmado entre Portugal y Castilla, que sustituía a lo acordado en el Tratado de Alcaçovas (1479), tomaba como línea divisoria un meridiano situado a 100 leguas al oeste de las Azores (bula papal Inter Caetera II de 4 de mayo de 1493), asignando a Castilla el occidente y a Portugal el oriente, una situación que fue discutida por el rey de Portugal y que se solucionó con la aceptación castellana de desplazar el meridiano a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde.
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El hecho de que Portugal lograra ese acuerdo le daría la posesión de Brasil, lo que hace pensar o en una casualidad o en el conocimiento que los portugueses ya debían tener de su existencia, posibilidad por la que me inclino dada la insistencia portuguesa en desplazar la línea al citado meridiano. Hacia oriente de la línea divisoria los derechos correspondían a Portugal, lo que comprendía todas las riquezas de la costa atlántica africana, desde la malagueta, la falsa pimienta, hasta el lucrativo comercio de esclavos, y, por supuesto, el monopolio del comercio con Asia, con la seda china y con las especias que se conseguían en las islas Molucas ya citadas, fuente de un tráfico comercial monopolizado por los portugueses que convirtieron al rey luso en Manuel el Afortunado.
Fernando de Magallanes creía que se podía alcanzar las Molucas navegando hacia el oeste, sin violentar el Tratado de Tordesillas. Le propuso la empresa al rey Carlos I de España, el futuro emperador Carlos V, cuando este se encontraba en Valladolid, donde había convocado a las Cortes de Castilla para ser reconocido como gobernador del reino actuando en nombre de la verdadera soberana, su madre, la reina Juana I, un asunto que se escapa del objeto de esta entrada pero que está en la base de la rebelión de las Comunidades de Castilla (1520-1521). El pacto entre la Corona y Magallanes, firmado el 22 de marzo de 1518, concedía al marino el grado de capitán general de la Armada, adelantado y gobernador de las islas que descubriera, le adjudicaba, por un plazo de diez años, el monopolio de la ruta que llevase a las islas de las Especias y el 20% de las ganancias, más un hábito de la Orden de Santiago.
Con todo ajustado, la flota, compuesta por cinco navíos, salió el 10 de agosto de 1519 del puerto de Sevilla. Por delante tenían el enorme reto de encontrar el paso que comunicara el Atlántico con el Pacífico, para lo cual navegaron hacia América con rumbo O-SO y, por estas fechas, ahora hace 500 años, se adentraron en aguas que les llevaban hacia poniente. En un primer momento siguieron los pasos de una expedición anterior, la dirigida por Juan Díaz de Solís en 1516 que había descubierto el estuario del Mar del Plata, aunque fue bautizado como Mar Dulce, a 35º sur de latitud. La expedición de Magallanes siguió su derrota meridional en busca del ansiado paso y el 21 de octubre alcanzaban el cabo de las Once Mil Vírgenes, a 52º de latitud sur, abriéndose ante ellos una gran vía de agua que fue penetrada. Habían encontrado el ansiado paso, que navegaron siempre en dirección oeste, llevándoles a los 54º sur y permitiéndoles alcanzar el océano Pacífico,; esa vía de agua fue nombrada como de Todos los Santos por ser la festividad religiosa del día, y hoy conocemos como el Estrecho de Magallanes, con una extensión de 305 millas (565 kilómetros).
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Ya en el Pacífico y en una demostración de los excelentes marinos que eran aquellos hombres, Magallanes puso rumbo norte pegado a la costa del actual Chile, buscando ganar latitud pues era conocida la posición de las Molucas, sobre los 3º sur. Lo hizo aprovechando las corrientes y los vientos septentrionales que se producen en esa zona gracias al Anticiclón del Pacífico Sur. En su camino siempre hacia poniente, el 6 de marzo de 1521, alcanzaron diversas islas integradas dentro del archipiélago de las Marianas, siendo la más grande la de Guam. Una semana después llegaban a la isla de Siargao, al oeste de Mindanao, se habían topado con el archipiélago luego conocido como las Filipinas.
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Magallanes quiso afianzar la soberanía española en la zona y tomó partido por el rey del Cebú, organizando una expedición de castigo contra el gobernador de Mactán, un régulo que no se avino a la petición, la expedición militar dirigida por el portugués acabó en derrota y a él le significó perder la vida.
La expedición que saliera de Sevilla en 1519 se quedaba sin jefe y muy mermada en medios materiales. Se imponía regresar y la única opción posible era hacerlo navegando hacia poniente, lo que significaba entrar dentro de las aguas de soberanía portuguesa, según el Tratado de Tordesillas. La vuelta no la pusieron fácil los portugueses y solo consiguió su objetivo la nao Victoria, mandado por el marino Juan Sebastián Elcano, natural de Guetaria.
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La aventura había terminado, empezó como un proyecto comercial y terminó acreditando la redondez de la Tierra, aunque esa no fuera la meta al inicio del viaje.
Pero si el viaje concluyó en Sevilla en 1522, la pugna entre Portugal y Castilla por ver quién era el propietario de las Molucas y, por ello, del monopolio de su comercio, un lucrativo negocio, no cesaría hasta el Tratado de Zaragoza de 22 de abril de 1529, en el que se pactó que las islas quedarían bajo soberanía de Portugal y a cambio, Carlos V, hambriento de dinero para su política imperial, recibía 350.000 ducados de oro.
Publicado 21 hours ago por Jesús Carrasco – Doctor en Historia
FUENTE: https://cuadernosdelaula.blogspot.com/2020/10/500-anos-del-descubrimiento-del.html