La Fundación Mapfre convierte Madrid en una fiesta de la pintura

La Vanguardia.com

Viernes, 1 de febrero 2013.

La exposición está dedicada al nacimiento del arte moderno, a través de 78 obras maestras impresionistas y postimpresionistas del Museo d’Orsay de París

Madrid (EFE/Mila Trenas).- Madrid se convierte en una fiesta de la pintura con las dos exposiciones que la Fundación Mapfre dedica al nacimiento del arte moderno, a través de 78 obras maestras impresionistas y postimpresionistas del Museo d’Orsay de París, y al nacimiento del artista bohemio, con un centenar de piezas.

Unir ambas exposiciones tiene un sentido enorme en opinión de Pablo Jiménez Burillo, director del Instituto de Cultura de Mapfre. En la dedicada a impresionismo y postimpresionismo, se muestra la evolución del arte hacia la pintura como lenguaje, “y para narrar la evolución hacia el siglo XX era necesario mostrar también el mito del artista bohemio”.

Tanto Jiménez Burillo como Caroline Mathieu, comisarios de Impresionistas y postimpresionistas. El nacimiento del arte moderno, y el presidente del Museo d’Orsay, Guy Cogeval, han insistido en la ocasión única que supone una exposición en la que todas sus obras son maestras.

“Presentamos el corazón de nuestra colección, la mejor parte. Nunca antes se habían mostrado obras tan grandes en una única sala. Realmente es una bomba”, en opinión de Guy Cogeval, quien ha confesado que, tras recorrer ayer la exposición, “esta noche no he podido dormir”.

En 1886 se celebró la última exposición del grupo de los impresionistas. A partir de entonces, el impresionismo evolucionó hacia diferentes actitudes pictóricas definidas como postimpresionistas, que amplificaron el talante provocador del impresionismo, definiendo los caminos que llevarían a las vanguardias.

“El canon de belleza se relajó frente al canon de libertad. La pintura es bella por sí misma, no es intermediaria de nada, y el color es bello”, ha destacado Jiménez Burillo, para quien este “es uno de los momentos más brillantes de la historia del arte”.

Con nueve obras maestras de Monet, entre ellas varias versiones de la Catedral de Rouen, Estanque con nenúfares o El Parlamento de Londres, se inicia un recorrido en el que el visitante se encuentra con Las bañistas o Muchachas al piano de Renoir y La entrada al puerto de Marsella, de Signac.

A ellas se une una importante representación de las grandes etapas de Van Gogh, con El merendero de Montmartre, Coronas imperiales en un jarrón de cobre o Autorretrato de 1887.

En este paseo excepcional, se contempla Manzanas y naranjas y La señora, de Cézanne; Los Alyscamps, Marina con vaca o Los almiares amarillos, de Gauguin; El talismán de Serusier y los cinco grandes paneles de los Jardines públicos de Édouard Vuillard, con los que finaliza la exposición.

Por su parte, exhibida con anterioridad en el Grand Palais de París, Luces de bohemia llega a Madrid con importantes novedades al reforzarse la presencia de artistas españoles en un recorrido que empieza con Goya y finaliza con Picasso. A ellos se unen los nombres de Ramón Casas, Sorolla, Rusiñol, Anglada Camarasa o Juan de Echevarría.

El término bohemia alude a la cultura de los gitanos, llamados en francés “bohémien”. Cuando los artistas pierden la protección de sus mecenas “deciden vivir como los gitanos. Surge la idea de la bohemia y crece el mito del artista maldito, libre y no contaminado. Prefigura lo que será el artista del siglo XX”.

Para Sylvain Amic, comisario de la exposición junto a Jiménez Burillo y director de los Museo de Rouen, los grandes nombres de la bohemia no estaban destinados a seguir una corriente, sino que se apartaron de la norma.

“La bohemia nació en París para dar nombre a jóvenes que rompieron moldes para emprender un camino diferente al de las academias”, ha señalado y considera que la exposición enseña que “los marginales son necesarios para regenerar nuestra sociedad. Los que rompieron normas han sobrevivido frente a los que no, por lo que la exposición es modelo de tolerancia y aceptación”.

Compuesta por un centenar de obras procedentes de las más prestigiosas instituciones internacionales, la exposición muestra la fascinación que ejercieron los gitanos entre escritores y pintores, cómo sus campamentos fueron muy representados, con ejemplos como Las caravanas, campamento gitano cerca de Arles, de Van Gogh.

A partir de Courbet, con La gitana y sus hijos, y Manet, con El bebedor de agua, la presencia de las clases marginadas en el arte resulta cada vez más frecuente.

La gitana se convirtió en símbolo de provocación, libertad y sexualidad. Así se ve en obras de John Singer Sargent, Nonell, Sorolla, Van Dongen o Anglada Camarasa.

El Autorretrato ante el caballete de Goya preside la sección de dedicada al artista moderno con obras de Délacroix, Émile Deroy, Fantin-Latour o Adolf Hohenstein. En este espacio destaca Un par de botas de Van Gogh.

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