El Hexágono. 26 de Agosto de 2012.
Artículo de Blanca Calvo, en la Biblioteca de Dávalos.
Todos los humanos somos interinos porque todos estamos sometidos a la muerte. Algunos humanos, además, tienen una segunda interinidad porque viven situaciones con caducidad específica. Unos lo hacen por gusto –los políticos son un buen ejemplo: se presentan voluntariamente a las elecciones a pesar de que saben que su mandato está limitado–, pero a otros les empuja la necesidad de ganarse la vida, y ese es el caso de los funcionarios interinos, que saben que tendrán que marchar cuando un funcionario fijo cubra su plaza y que ahora, sin que se haya dado esa circunstancia, en Castilla-La Mancha acaban de ser despedidos en un 80% aunque se diga lo contrario.
En las últimas décadas, la Administración Pública española ha impuesto abusivamente el adjetivo “interino” a muchos de sus trabajadores, manteniendo a miles de personas en la provisionalidad durante años e incluso décadas. ¿Por qué lo ha hecho, cuando la propia Administración, al crear la figura de funcionario interino, dispuso que esa situación sólo podría durar dos años como máximo? ¿Por dejadez y pereza, para no tener que organizar las oposiciones que aseguraran definitivamente las plantillas de los centros públicos?
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